España declaró la guerra al imperio jerifiano de Marruecos el 22 de octubre de 1859 como consecuencia de las incursiones por parte de las cabilas cercanas a la ciudad de Ceuta y a las plazas de soberanía española en el norte de África.[1] En este conflicto bélico se enfrentaron el ejército español de la época liberal de Isabel II (1833-1868), con el ejército del sultán Mūlāy Muḥammad IV (1859-1873) que acababa de subir al trono, en el mismo año de la guerra de 1859.
En esta etapa, el discurso nacional-católico logró producir una cierta movilización dentro de la opinión pública, aprovechándose de la euforia nacional generada por la prensa de la época. Incluso el sector liberal progresista de la sociedad española apoyaba el discurso imperialista con el fin de conseguir una mejoría en la posición española en el escenario internacional.[2] Algo que se percibe claramente en los rotativos de la prensa de la época es el empleo de un lenguaje patriótico chovinista que apela a los sentimientos del lector, en vez de convencerle a través de argumentos razonables. Así, por ejemplo, informaba El Diario Español: “Las Kabilas de Marruecos se burlaban continuamente de una nación noble y poderosa, y apenas se les amagaba con débil castigo”.[3]
El término del moro bárbaro empezó a ser usado frecuentemente en los artículos de prensa para incidir en una imagen de un enemigo atrasado, inmerso en la tiranía y la barbarie.[4] Por el contrario, se presenta el español como un pueblo civilizado, avanzado y culto. Era un modo indirecto de justificación colonial que necesitaba el nacionalismo español para hacer vivir al pueblo una epopeya nacional imaginaria y alejarlo de la miseria y la inestabilidad política que sufría el país. En este contexto, no es extraño que apareciese de nuevo la referencia de la reconquista: incluso la reina Isabel II ofreció entonces sus joyas, emulando a Isabel la Católica (1451-1504) cuando financió la campaña de Cristóbal Colón hacia el nuevo mundo en 1492. Se trataba de una estrategia colonial relacionada con la fe católica que siempre había funcionado exitosamente,[5] y no tenía por qué fallar en África.[6]
La campaña militar española de 1859, a pesar de todo el debate político que generó, no tenía grandes objetivos territoriales, ni siquiera estratégicos puesto que Londres ya había advertido a Madrid de que no iba a tolerar ningún cambio en las fronteras marítimas en el estrecho de Gibraltar. Lo cual obligaba al ejército español a renunciar a la ciudad de Tánger con su valor político y estratégico excepcional, y elegir como objetivo militar a la ciudad de Tetuán, de escaso valor en el mapa geoestratégico internacional de la zona.
A pesar de todas las interpretaciones históricas sobre la Guerra de África como parte de la “política de prestigio” del gobierno de O´Donnell dirigida al exterior para recuperar el imaginario de la España imperial.[7] La función de esta guerra era determinante en el proceso de aceptación del nacionalismo como elemento movilizador en la sociedad por parte de la tendencia conservadora en España, caracterizada hasta entonces por su catolicismo tradicionalista. El acuerdo completo entre las fuerzas políticas liberales y conservadoras durante este conflicto fue un componente necesario para forjar la nueva identidad nacional-católica española. Esta flamante cruzada contra el moro ofrecía un marco patriótico y religioso común entre todos los elementos sociales de una España dividida por las guerras carlistas. Fue la primera vez en España que el patriotismo recibió el apoyo incondicional de la Iglesia y las elites absolutistas, obsesionadas por la legitimidad religiosa y dinástica del poder político, y que hasta el momento desconfiaban de la sospechosa idea de la soberanía nacional. Para este sector social en España, la toma de Tetuán en 1860 fue el cumplimiento del testamento de Isabel la Católica, la continuación de la reconquista, el imaginario heroico de la España tradicional.[8] Así pues, los resultados políticos de la campaña africana se desarrollaron dentro y no fuera del territorio peninsular.
Jover Zamora ha considerado la Guerra de África como resultado directo del nacionalismo de mediados del siglo XIX en España. En este sentido, incluso el liberalismo español que constituía entonces el gobierno del partido Unión Liberal liderado por O´Donnell,[9] mantenía un espíritu muy fuerte con respecto a la misión civilizadora de la patria.[10] Las expediciones militares del gabinete liberal en la América continental que fracasaron en su mayor parte, eran la práctica política de esta base ideológica que se desarrolló hasta cierto punto bajo el Estado liberal de Isabel II. Sin embargo, la acción colonial española fue muy limitada. La guerra de Perú y Chile, la invasión de México e Indochina, la anexión costosísima y fracasada de Santo Domingo, resultaron en vano y fueron un motivo añadido para la erosión de la monarquía española. Finalmente, quedó claro que el “espacio vital” del colonialismo español estaba en África, y no en el sudeste asiático ni en la América poscolonial, donde era imposible competir con las potencias europeas o Estados Unidos.[11]
En resumen, la Guerra de África fue un acontecimiento crucial para la historia de la España contemporánea. Durante este conflicto bélico, se reconciliaron la corriente católica y nacionalista en un proyecto común que resultó atractivo para la patria. Álvarez Junco ejemplificaba esta unión a través de la confluencia entre el arzobispo de Madrid, Tomás Iglesias y Barcones, y el republicano Castelar: ambos hicieron un llamamiento para luchar por la patria, aunque para el primero era una guerra santa contra el islam y para el segundo una conquista en nombre del progreso y la civilización, causa bendecida a su vez por la providencia.[12] Finalmente, el españolismo quedaba vinculado fuertemente con la religión como quería la derecha conservadora; un acontecimiento decisivo para el desarrollo histórico del Estado español que estaba en fase de transformación de imperio a nación. Durante este proceso de transformación sociopolítica, Marruecos emergía nuevamente como el espacio geográfico más influyente en la política interior de España. De un modo u otro, la orilla sur del estrecho de Gibraltar recuperaba entonces su papel esencial en la historia peninsular desde medios del siglo XIX hasta la Guerra Civil (1936-1939).
[1] Según las crónicas, los cabileños de la comarca marroquí próxima de Anyera se dirigieron al lugar de las nuevas defensas españolas en Santa Clara, derribaron las obras, arrancaron los postes que definían los límites del campo de Ceuta, echaron abajo la garita del centinela de caballería de la compañía de lanzas y rompieron el escudo de España. Véase, Morales, Yasmina Romero. “Prensa y literatura en la Guerra de África (1859/1860). Opinión publicada, patriotismo y xenofobia”. Historia Contemporánea. 2014. p: 625.
[2] Se perciben dos cuestiones de gran importancia para entender el desarrollo político de la época: la primera fue que el discurso nacional-católico dejó en estas circunstancias su origen elitista, y se convirtió por primera vez una ideología dirigida hacia las masas populares; la segunda, es que el llamado discurso liberal progresista estaba vacío de connotaciones revolucionarias y cargado por el ideario de “la misión civilizadora de España” Véase, Balañá, Alberto García. “Patria, plebe y política en la España isabelina: la guerra de África en Cataluña (1859-1860)”. Marruecos y el colonialismo español (1859/1912), de la guerra de África a la “penetración pacífica”. Barcelona: Bellaterra. 2002. p: 15,16.
[3] El Diario Español. 1 de octubre de 1859. Es un periódico aristocrático y conservador convertido desde 1856 en el órgano de la Unión Liberal, el partido político que gobernaba España en la época de la guerra de África.
[4] Sobre la representación antropológica del moro como bárbaro, véase Mateo Dieste, José Luis. El moro entre los primitivos: el caso del protectorado español en Marruecos. Barcelona: Fundación la Caixa. 1997.
[5] Se refiere aquí solo a la propaganda de la guerra y el entusiasmo nacional español, porque los resultados políticos no estuvieron a la altura de las esperanzas del pueblo, lo que se resume en la frase popular “La paz chica para una guerra grande”, la guerra tenía una función política en primer lugar, lo que llama Jover Zamora: utilidad política. Y no tenía de ningún modo cumplir una objetividad colonial. O´Donnell equilibró sus acciones y se retiró a tiempo para no poner en peligro la estabilidad de su gobierno en Madrid. Véase, Zamora, José M. Jover. Política, diplomacia y humanismo popular en la España del siglo XIX. Madrid: Turner. 1976. p: 115.
[6] Morales, Yasmina Romero. “Prensa y literatura en la guerra de África (1859/1860). Opinión publicada, patriotismo y xenofobia”. Historia Contemporánea. 2013. p: 619-644.
[7] Para un análisis crítico del concepto de la “España Imperial”, véase el ensayo de De la Fuente Merás, Manuel. “La España Imperial, y los distintos modos de pensar su identidad”. En El Catoblepas. Abril de 2005.
[8] Álvarez Junco, José. Mater Dolorosa, la idea de España en el siglo XIX. Madrid: Grupo Santillana de Ediciones. 2001. pp. 511-514.
[9] Partido político español fundado por el propio Leopoldo O´Donnell en 1858 y se desapareció hacia 1874, su línea ideológica era moderada y progresista, entre sus filas encontramos figuras como Manuel Silvela y Antonio Cánovas del Castillo. Formó el gobierno más largo de la época isabelina. (1858-1863). Para profundizar más sobre el partido de la Unión Liberal, véase, Duran de la Rua, Nelson. la Unión liberal y la modernización de la España Isabelina: Una convivencia frustrada, 1857-1868. Madrid: Akal. 1979.
[10] Balañá, Alberto García. “Patria, plebe y política en la España isabelina: la guerra de África en Cataluña (1859-1860)”. Marruecos y el colonialismo español (1859/1912), de la guerra de África a la “penetración pacífica”. Op. Cit. p: 13,14.
[11] Fradera i Barceló, Josep M. “Prólogo: la formación de un espacio colonial repensada: la guerra de África en Cataluña (1859/1860)”. Marruecos y el colonialismo español (1859/1912) de la guerra de África a la “penetración pacífica”. Op. Cit. p: 10.
[12] Álvarez Junco, José. Mater Dolorosa, la idea de España en el siglo XIX. Op. Cit. p: 515.
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