A pesar de que la izquierda en el mundo árabe está estigmatizada por sus adversarios como una corriente política aislada de la realidad sociocultural, las tendencias comunistas, socialistas y nacionalistas árabes han sido en realidad enormemente influyentes en la historia reciente de estos países y siguen siéndolo hoy en día. La principal crítica hacia la izquierda árabe ha sido dirigida al carácter ideológico de sus posturas políticas y sociales, consideradas ajenas y contrapuestas al modus vivendi islámico tradicional dominante en los países árabes.
No obstante, la historia refleja la contribución de la izquierda árabe en los distintos procesos de construcción y emancipación nacional. En Egipto, un país de importancia estratégica tanto cultural como geopolítica en el mundo árabe, el Partido Comunista jugó un papel activo en la Revolución de 1919. Desde entonces, los comunistas egipcios lideraron la lucha social y participaron en la resistencia anticolonial (1919-1952). El Partido Comunista Egipcio fue fundado oficialmente en 1924, en la ciudad de Alejandría. A pesar de que el comunismo árabe estuvo marcado por una cierta dependencia de la Unión Soviética y de que en 1948 aceptó el plan de Naciones Unidas para la partición de Palestina, lo que iba en contra del clima político árabe de la época, esta ideología logró ganarse el apoyo popular entre las masas. En Irak, en 1959, país de gran relevancia en ese momento, el Partido Comunista contaba con un millón de militantes, dentro de una población total de siete millones de personas en todo el país. En Egipto, la influencia de la izquierda se consolidó aún más con la proclamación de la República en 1953. El Consejo de la Revolución egipcio de 1952 estuvo dominado por militares socialistas, como el presidente Gamal Abdel Nasser y el conocido “oficial rojo” Khaled Mohieddin. Sin embargo, la evolución sociopolítica del mundo árabe en las décadas siguientes, debido a diversos factores, llevó a un giro que se alejó de los valores de la izquierda tradicional. Incluso, la cultura social de estos países parece hoy más arcaica y reaccionaria que en décadas pasadas.[1]
La instauración del Estado-nación en el mundo árabe nunca implicó una ruptura sociocultural entre los países que lo integran, a pesar de las fronteras políticas establecidas, bien vigiladas y causantes de numerosos conflictos. Las influencias culturales, sociales e ideológicas mutuas han dominado de manera destacada la historia reciente de la región «de habla árabe», en paralelo a su diversidad interna en términos étnicos, lingüísticos y religiosos. Desde una perspectiva cultural e ideológica, el término «izquierda árabe» posee una connotación científica debido a los fuertes lazos que unían a las diversas tendencias izquierdistas de la región. El elemento común más relevante en este sentido fue el nacionalismo árabe, proclamado como la identidad política de la izquierda, tanto en su versión egipcia nāṣirī como en su homóloga sirio-iraquí ba‛ṯī (del partido Baaz). Este nacionalismo también estuvo presente, en diversos grados, en las izquierdas del Magreb, que actuaron siempre bajo un fuerte sentimiento panarabista.
No obstante, en la práctica política real, este término pierde gran parte de su sentido. Las diferencias en las estructuras sociales y políticas entre los distintos países árabes son vastas, lo que ha llevado a que la izquierda siga trayectorias y adopte posiciones políticas muy diversas en cada contexto, adaptándose a la sociología del poder dominante. Más allá de los diversos tipos de liderazgo sociopolítico presentes en los países árabes —reyes, emires, militares o jeques religiosos y tribales—, el Estado árabe se fundamenta, en esencia, en una sociedad jerarquizada, compuesta por actores que establecen relaciones entre sí en función de su capacidad para acaparar y utilizar ciertos recursos. En este esquema, la población ocupa la base de la pirámide social y, generalmente, vive sometida a las decisiones de las élites.[2] Este mecanismo de organización social es explicado profusamente en la clásica obra de Ibn Jaldún a través de la dicotomía jāṣṣa/‛āmma.
- La trayectoria histórica de la izquierda marroquí (1956-1991)
Estudiar la trayectoria histórica de la izquierda marroquí desde la independencia hasta la actualidad, es un modo de reflexión científica que sirve además para acercarse a la realidad árabe en su conjunto y comprender sus dinámicas históricas. El objetivo que perseguimos a lo largo de estas páginas es transmitir al lector en español la visión académica reciente, particularmente marroquí, respecto al papel histórico de la izquierda en la evolución del Estado y la sociedad en aquel país. Un propósito que nos permite finalmente responder la pregunta: ¿cuál es la función de la izquierda en Marruecos?
La movilización política de carácter izquierdista ha tenido una fuerte relevancia en la historia reciente de Marruecos. La juventud marroquí de las décadas posteriores a la independencia, movida por un fuerte sentimiento “nacionalista” y con aspiraciones de libertad y justicia social, hizo frente en su momento a las arcaicas estructuras del Estado y al conservadurismo social. Narrar la historia de la izquierda marroquí implica específicamente resaltar los grandes sacrificios personales asumidos por un buen número de intelectuales, políticos y personajes anónimos que soñaron con un Marruecos libre de tiranía, pobreza e ignorancia. A pesar del fracaso de la mayor parte de estas luchas, su legado sigue estando vivo hoy en día y supone una inspiración para las nuevas generaciones que sueñan con construir un país más justo.
En este epígrafe, centraré mi atención en resumir de manera cronológica y analítica este episodio tan relevante de la historia reciente de Marruecos. Para orientarnos en la compleja sopa de siglas de los partidos marroquíes, nos basaremos en la clasificación empleada por la politóloga Angustia Parejo en relación con el sistema político marroquí. Nuestro objetivo es comprender al actor político a través de tres elementos esenciales: su origen sociocultural, su ideología política y su posición respecto al poder central.[3]
La aparición del pensamiento izquierdista en Marruecos tuvo lugar durante la etapa de los Protectorados francés y español. En 1936 se fundó el Partido Comunista de Marruecos, como una sucursal del Partido Comunista Francés en el Protectorado hispano-francés sobre el país magrebí. Sus filas estaban nutridas principalmente por militantes españoles e italianos. A pesar de enfrentarse a las autoridades coloniales, que prohibieron el partido madre en Francia, los comunistas volvieron a la acción en 1943 bajo el nombre del Partido Comunista Marroquí, captando militancia nativa del territorio (en 1945 se afiliaron alrededor de 2000 marroquíes a la organización). Desde entonces, el partido pasó a ser liderado por Ali Yeta, empezando su proceso de marroquinización.[4]
Tras la independencia de Marruecos en 1956, el Partido Comunista fue prohibido en 1959, acusado de ser hostil tanto a la monarquía como a la religión islámica. Esta decisión fue tomada, paradójicamente, por el gobierno más izquierdista de la historia de Marruecos, presidido por Abdellah Ibrahim entre 1958 y 1960. La represión contra los comunistas se intensificó en la década de 1960 debido a la creciente tensión política en Marruecos. Los comunistas marroquíes comenzaron a comprender las circunstancias culturales y políticas en su contra en una sociedad tan tradicional y completamente ajena al ideal socialista. Como resultado, adoptaron una postura de moderación política, renunciando a la base ideológica del marxismo-leninismo y adaptando progresivamente las ideas del socialismo científico. En 1966, el Partido Comunista Marroquí celebró su tercer congreso, transformándose en un nuevo partido denominado «Libertad y Socialismo». Años después, los antiguos comunistas se convirtieron en activistas políticos legales bajo la estrategia de “la lucha democrática nacional”, que se convirtió en el principal lema de otra nueva versión del partido, ahora bajo el nombre de Partido del Progreso y el Socialismo (PPS), cuyo enfoque se declaró fiel a la particularidad cultural marroquí.[5]
Ahora bien, por poco peso que tenga la presencia de la ideología comunista en un tejido social tradicionalista como el marroquí, la experiencia izquierdista más relevante de la historia contemporánea de Marruecos se erigió desde las estructuras de un partido conservador, el Istiqlal (o Partido de la Independencia) fundado en 1943 por el líder carismático Allal al-Fasi, ideólogo del nacionalismo marroquí contemporáneo.[6] Una vez Marruecos obtuvo su independencia política en 1956, las discrepancias en el seno de las estructuras nacionalistas se intensificaron por cuestiones ideológicas y políticas. La izquierda progresista rechazaba las políticas conservadoras y clasistas del partido Istiqlal, y la ruptura condujo a la fundación, en 1959, de la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP): una organización política diversa que agrupaba a socialistas, marxistas y nacionalistas árabes bajo el liderazgo de Mehdi Ben Barka, un brillante líder político cuyo legado sigue vivo en la cultura política marroquí hasta el día de hoy.
A partir de ese momento, comienza la etapa de la confrontación directa con la monarquía, ya que los comunistas y los socialistas de los dos partidos antes mencionados rechazaron tajantemente el antojo autoritario de Hassan II de redactar una constitución de forma unilateral en 1962. La izquierda marroquí abogaba por que fuera un consejo constitucional elegido democráticamente el encargado de redactar la nueva Constitución del Marruecos independiente. Los socialistas esperaban establecer un sistema de monarquía parlamentaria, en el cual el rey conservaría competencias nominales como jefe de Estado y símbolo de la nación;[7] mientras que los comunistas, en esa época, proponían cambios mucho más radicales. Sin embargo, ninguno de los dos pudo hacer frente a la represión masiva que sufrió la oposición política a Hassan II durante la década de 1960.
En aquellos convulsos años, la monarquía marroquí era sumamente ambiciosa, incluso en comparación con las posturas monárquicas y conservadoras planteadas por el partido Istiqlal, que reivindicaba la restauración de la tradición histórica del sultanato jerifiano precolonial. Así, Hassan II aspiraba a ser sultán, rey y comendador de los creyentes, dirigir el Majzen heredado de los colonos europeos —el más poderoso en la historia del país— y, de este modo, obtener la oportunidad de gobernar sin los obstáculos que enfrentaron sus antepasados. El joven monarca no pensaba dejar escapar esta oportunidad.[8]
Esta contienda tan violenta contra la monarquía condujo a la radicalización de una considerable parte de la juventud izquierdista marroquí, de modo que se fundaron diversas organizaciones de lucha clandestina que planteaba la opción revolucionaria al estilo del Che Guevara y Mao Tse-Tung. Las más famosas históricamente fueron los colectivos “23 de Marzo” y “Adelante” (’ilā al-’amām).[9]
En este clima político tan agitado, la década de los setenta se inició con dos golpes de Estado consecutivos en 1971 y 1972. Además, pocos años más tarde estallaría el conflicto del Sáhara (1975), añadiendo más inestabilidad a la situación. Tanto la monarquía como la izquierda no tuvieron elección y dejaron a un lado sus discrepancias políticas para proteger la paz social y la integridad del territorio nacional. Los partidos PPS y UNFP recibieron el encargo por parte del monarca Hassan II de defender la postura marroquí en las esferas internacionales junto con el resto de los partidos reconocidos legalmente entonces. En 1975, paralelamente con la Marcha Verde y el proceso de descolonización del Sáhara,[10] la UNFP celebró un congreso excepcional para adaptarse a la etapa política de aquellos años, transformándose en la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP). En realidad, tras los golpes de Estado fallidos y ante la elevada factura de la represión, las elites políticas marroquíes se dieron cuenta de que la lucha contra la monarquía era una estrategia política demasiado costosa. Motivados por la idea de mantener la integridad territorial alcanzada frente a la posibilidad de perder definitivamente la región del Sáhara, los socialistas moderaron notablemente sus posturas políticas, aceptando incluso participar en un gobierno presidido por Mohammed Karim Lamrani, un oligarca cercano al Majzén. No obstante, pese al acomodamiento de algunos sectores de la izquierda, la represión contra la oposición izquierdista más radical no cesó en absoluto durante esta etapa, comúnmente conocida como “los años de plomo”.[11]
En una década, Marruecos experimentaría tres fuertes revueltas populares contra la carestía de la vida y las condiciones sociales y materiales de la población (1981, 1984 y1991). En esta etapa, surgió una fuerte corriente política “radical” en la USFP con convicciones revolucionarias, cuyos miembros permanecieron lejos de la escena política institucional, optando por luchar en las calles al frente de unas masas sociales empobrecidas al extremo por las políticas económicas de la oligarquía dominante y las consecuencias de la costosa guerra contra el Frente Polisario (1975-1991). La represión estatal fue brutal: el régimen empleó en más de una ocasión la violencia para sofocar las revueltas y el enfrentamiento con las corrientes políticas opositoras llegó a una tensión máxima, como se demostró en la campaña de detenciones masivas del 8 de mayo de 1983.[12] Como consecuencia directa de esta inestabilidad crónica del sistema, la situación socioeconómica del país llegó a un punto catastrófico, como reconoció el propio Hassan II en octubre de 1995 durante un discurso oficial ante el Parlamento, donde el monarca no tuvo más remedio que revelar a la nación que el país estaba “al borde de un paro cardiorrespiratorio”.
- La izquierda marroquí en tiempos de transformación internacional (1991-2010): lectura y análisis.
La transformación del orden mundial tras la caída de la Unión Soviética en 1991 reforzó las posturas del ala reformista y moderada de la izquierda marroquí. La opción revolucionaria dejó de percibirse como la vía más adecuada, incluso en un contexto de profunda crisis social como el que atravesaba el país. En términos generales, en los países árabes los islamistas comenzaban a ganar terreno en el espacio público y a presentarse como la nueva ideología de combate frente a la tiranía y la dependencia respecto a Occidente, un fenómeno aún evidente en la era poscolonial.
En el Marruecos de los años noventa, una serie de acontecimientos, tanto internos como externos, propiciaron un acercamiento entre el monarca Hassan II y los líderes de la izquierda. El primero se encontraba inmerso en la planificación del necesario relevo en el trono del reino alauí; los segundos, desgastados por décadas de represión, no encontraron otra salida que aceptar el monopolio absoluto que el Majzen real ejercía sobre la sociedad. Tener buena fe en las intenciones de la monarquía y asumir la responsabilidad nacional del momento fueron las principales razones esgrimidas por la izquierda para justificar su integración en el sistema, pese a la ausencia de garantías de un cambio político real. O al menos, así lo defendieron posteriormente los propios protagonistas de la época.[13]
En estas circunstancias, en el interior del movimiento marxista, e incluyendo a sus líderes encarcelados, comenzó a tener éxito una corriente moderada que se había inclinado desde los años ochenta por la participación legal en el escenario político. Así, si bien la Organización de Acción Democrática Popular (OADP), liderada por el líder histórico Mohamed Ben Said Ayt-Ider, rechazaba la participación en los gobiernos, una corriente de este movimiento se expresó en 1996 a favor de las enmiendas constitucionales, la misma posición tomada por la mayoritaria USFP, lo que suponía una aceptación de las reglas del juego en el sistema político diseñado por el Majzen. Este consenso parcial en la vida política marroquí fue produciendo una apertura política general, dando un respiro a la sociedad durante los últimos años del reinado de Hassan II.
En 1998, el socialista Abderramán Yusufi fue nombrado primer ministro del Gobierno de Alternancia, un pacto de gobierno alcanzado entre el Palacio y las fuerzas políticas, propiciando un gobierno de coalición entre el Istiqlal (nacionalista conservador), la USFP (socialista moderada) y el PPS (el partido excomunista). El gobierno tomó iniciativas reformistas en varios campos sociales, como con respecto al mundo rural, y emprendió medidas para proteger y promover algunos aspectos en favor de los derechos humanos, entre las que destacan la constitución de un comité independiente centrado en la indemnización de las víctimas de la represión política de “los años de plomo” y la realización de avances parciales en el campo educativo o los derechos de las mujeres.[14] Más allá de este clima optimista generado por la mayor libertad del debate sociopolítico, en aquellos años no hubo grandes cambios a nivel institucional. La izquierda a cargo del ejecutivo convivía con los cinco ministros nombrados por el rey en persona, incluida la figura más representativa de la represión en el régimen de Hassan II: el ministro de interior Driss Basri. No era el único cargo intocable: los ministros de Justicia, Asuntos Islámicos, Exteriores y el Comité de Defensa Nacional tenían la calidad de “cargos de soberanía”, lo cual no permitía ninguna intervención en sus competencias por parte del primer ministro ni del Parlamento teóricamente “elegido por el pueblo”, siendo directamente designados por Palacio.
En estas condiciones de estructuración política, comenzaron a aplicarse políticas neoliberales y a privatizarse una parte considerable del sector público marroquí, bajo el pretexto de mejorar los indicadores macroeconómicos del país y siguiendo las directrices de las principales organizaciones internacionales, como el FMI o el Banco Mundial, entonces fuertemente influenciadas por la doctrina neoliberal. Más aún, una vez asegurada la sucesión en el trono alauí, el Majzen dio marcha atrás en relación con “la transición democrática” y puso fin a la alternancia en el gobierno, nombrando como primer ministro a un tecnócrata sin filiación política, Driss Jettou, en abierta contradicción con los resultados de las elecciones legislativas de 2002, en las que la USFP fue el partido más votado.
No obstante, los socialistas permanecieron en el gobierno, aunque relegados a carteras de menor relevancia. A pesar de ello, pagarían un alto coste político en las elecciones de 2007, en las que descendieron hasta la cuarta posición, iniciando así una espiral de decadencia en la que aún se hallan inmersos.
La participación institucional de la USFP, el partido mayoritario de la izquierda marroquí, fue costosa a nivel político. La fragmentación de sus estructuras comenzó pronto con la fundación del partido Vanguardia Democrática Socialista (PADS, por sus siglas en francés) en octubre de 1991 como consecuencia del conflicto ideológico entre reformistas y opositores frontales al sistema. La figura de su líder histórico, el prestigioso abogado Abderrahman Benamrou encarna no solamente la historia de este partido minoritario sino la trayectoria de sesenta años de lucha por la justicia social en Marruecos. Como es habitual en las formaciones de izquierda, el PADS albergaba en su interior dos tendencias intelectuales: la oficial, que abogaba por una monarquía parlamentaria al estilo español o británico y exigía liquidar el Majzen como sistema de poder represor y corrupto: y por otro lado un sector crítico de inspiración republicana que rechazaba abogar por una forma concreta de gobierno y revindicaba el derecho exclusivo del pueblo para decidir respecto a la naturaleza de régimen político del país.[15]
Por otro lado, las políticas económicas neoliberales que la izquierda gubernamental estuvo obligada a aplicar durante su etapa en el gobierno condujeron a la agrupación de los círculos de pensamiento crítico en una organización unificada (2002), una alianza que iba ampliarse por la aparición de nuevas disidencias en el seno de la USFP, formando el Partido Socialista Unificado (PSU) en 2005, con esperanzas de lograr una representación social significativa capaz de cambiar los equilibrios de poder y presionar al sistema para la implementación de reformas democráticas.[16] Se trata éste de un blanco lejos de ser realista por las circunstancias socioculturales que dominan hoy en día la sociedad marroquí.[17]
Finalmente, la izquierda política en Marruecos, debido a diversos factores históricos, políticos e ideológicos, ha terminado por dividirse en tres tendencias fundamentales. En primer lugar, se encuentra la línea histórica, reformista y con experiencia gubernamental, representada por el la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) y el Partido del Progreso y el Socialismo (PPS). Este sector está plenamente integrado en el sistema institucional marroquí, y por ello apenas conserva rasgos claramente izquierdistas en su discurso, habiendo derivado por completo hacia posiciones neoliberales y de aceptación del status quo.
En segundo lugar, la Federación de Izquierda Democrática, que agrupa a los partidos PADS, PSU y al Congreso Nacional Ittihadi —escindido de la USFP en 2001— constituye una alianza de partidos con escasa representación social y electoral, pero con un notable impacto cultural, ya que entre sus filas se encuentra un sector relevante de la élite intelectual marroquí. Esta coalición rechaza el sistema político vigente y reivindica una monarquía parlamentaria y constitucional equiparable a cualquier democracia liberal. Sus posturas ideológicas son moderadas, próximas a la socialdemocracia europea, y plantean la necesidad de una auténtica transición democrática a medio plazo, con el objetivo de presionar al sistema hacia un consenso nacional democrático que incluya la aceptación de la monarquía, como garante de la soberanía nacional sin provocar tensiones que pongan en peligro la paz social.
Por último, existe la tendencia de la izquierda radical revolucionaria, representada por el partido Vía Democrática, fundado en 1995 por militantes del movimiento izquierdista Ilā al-ʼAmām. Se trata de una organización de inspiración marxista-leninista revolucionaria que rechaza de forma tajante la identidad monárquica definitiva del país y reclama una constitución democrática que represente efectivamente la soberanía popular. El partido boicotea las elecciones y se niega a participar en las instituciones. Además, critica con dureza las posturas moderadas de la izquierda institucional, a las que considera insuficientes para lograr una transformación real. Desde su perspectiva, renunciar al camino revolucionario equivale a reforzar al Majzen y dejar el protagonismo del descontento social en manos de las fuerzas islamistas.[18]
La historia de la izquierda en Marruecos es prácticamente una trayectoria de fragmentación y luchas políticas internas motivadas sobre todo por dogmatismos ideológicos o personales. La poca cultura democrática en las estructuras de estas organizaciones y el monopolio del poder – organizativo y simbólico – en las manos de la vieja guardia heredada de los años de plomo hizo muy difícil que se renovara el discurso y la actitud política de la izquierda marroquí. Huelga decir en este sentido que la izquierda gubernamental se convirtió en esta etapa en un instrumento electoral al servicio de los notables rurales y figuras de la burguesía rentista urbana. Por consiguiente, la izquierda marroquí no supuso un desafío serio al sistema, habiendo perdido gran parte de su credibilidad política y limitándose a representar a círculos de la élite intelectual o pequeños grupos de clase media unidos por lazos laborales y sindicales en primer lugar.[19]
Dicho esto, conviene matizar los factores que explican el “fracaso” de la izquierda en lograr el cambio político en Marruecos, teniendo en cuenta tanto el clima internacional desfavorable de esos años como diversos elementos de carácter interno. Así, el auge del neoliberalismo en la primera década del siglo XXI fortaleció las políticas del régimen en los ámbitos económico y social, desplazando a la izquierda del protagonismo social a escala global. A nivel popular, el islamismo logró erigirse en la principal fuerza de representación de la juventud y del descontento social, incluso en las universidades, gracias a su capacidad para articular simultáneamente demandas identitarias y sociales. Esta situación se vio reforzada por un sistema educativo incapaz de promover una apertura cultural hacia la modernidad, lo que dificultaba la elaboración de un discurso progresista en un tejido social tradicional que, en gran medida, sigue percibiendo el mundo a través de conceptos arcaicos, continuamente reforzados por la enseñanza y el discurso oficial. Ni el Majzen ni los islamistas tienen interés en formar ciudadanos con conciencia crítica: el sistema necesita súbditos para mantenerse, y en este sentido, la cultura educativa dominante resulta ideal para tal fin.
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Artículo publicado el 19 de abril de 2025.
[1] Véase, Laure, Guirguis, et al, The Arab Lefts: histories and legacies (1950s-1970s), Edimburgo, Universtiy of Edinburgh, 2020.
[2] Laura, Feliu y Izquierdo, Ferran, “Estructuras del poder y desafíos populares. La respuesta del régimen marroquí al movimiento 20 de febrero”, Revista de Estudios Políticos, 174 (2016). p. 201.
[3] A. M.ª, Parejo, “Los pesos pesados del maltrecho sistema de partidos políticos en Marruecos”, en Carmelo Pérez Beltrán (coord.), Sociedad Civil, derechos humanos y democracia en Marruecos, Granada, Universidad de Granada, 2005, pp. 69-112.
[4] En este contexto histórico, es importante mencionar que el Partido Comunista Marroquí (PCM) apoyaba en 1944 el proyecto de la Unión Francesa que anexionaba Marruecos a la metrópoli francesa. Esta postura fue cambiando con los años: en 1946 denunciaba expresamente el protectorado y reclamaba la independencia. Ali Yata, el líder marroquí que habría de ser el secretario general del Partido desde 1949 a 1997, había firmado en 1944 el manifiesto de la Independencia. A. M.ª, Parejo, “La larga andadura de los comunistas marroquíes en la arena política marroquí”, Historia Contemporánea, 32 (2006), pp.161-162.
[5] La adaptación a la sociedad marroquí llevó al partido a prescindir definitivamente de la referencia marxista leninista y declararse, desde entonces, militante del socialismo científico. Mediante esta postura el partido hizo frente, por lo menos en teoría, al problema irresoluble del comunismo en tierras del islam. Ídem, pp. 167.
[6] Juan Antonio, Macias Amoretti, Entre la Fe y la Razón: los caminos del pensamiento político en Marruecos, Jaén, Alcalá Grupo Editorial, 2008, pp.41-43.
[7] El uso del término “Rey” en la política marroquí tuvo lugar en 1956 a cambio del término “Sultán”, utilizado hasta entonces, como un intento de situarse en la modernidad del poder político estatal.
[8] “šajṣ al-Maliki muqaddas lā tuntahaku ḥurmatuhu”, art. 23 de la Constitución de 1962.
El concepto político del monarca sagrado nunca formó parte de la tradición político-cultural marroquí, sino que fue un resultado directo de la política religiosa colonial, como he demostrado en mi tesis doctoral. Véase, Said, El Ghazi El Imlahi, La política religiosa del Protectorado Español en el Norte de Marruecos, Granada, Universidad de Granada, 2020, p. 485.
[9] Imad, Stitou, “La Izquierda marroquí: la crisis de la realidad y el desafío del cambio”, Jalīl, Kalfat (coord.),
Jarīṭa al- Yasār al-ʽarabī, Túnez, Rosa Luxemburgo, 214, pp. 131,132.
[10] La Marcha Verde es el nombre que recibe la intervención popular civil de Marruecos en la región del Sahara Occidental. El 6 de noviembre de 1975 unos 350.000 ciudadanos marroquíes civiles cruzaron la frontera colonial que separaba entonces el Sahara español del reino de Marruecos reivindicando la soberanía de este país sobre este territorio de la colonia española. Véase la perspectiva de régimen marroquí en Hassan II, La memoria de un rey, Comp. Éric Laurent, Raid, Empresa Saudí de Investigación y Publicación, 1993, pp. 111-123.
[11] El termino años de plomo se usa en Marruecos para hacer referencia a la violación masiva de derechos humanos por parte del Estado marroquí contra la oposición política, así como contra los disidentes del sistema. En estos años se produjo un gran número de desaparecidos, detenidos y torturados, entre ellos el líder más brillante de la izquierda marroquí Mahdi Ben Barka, desaparecido en París en 1965. Se trata del legado más oscuro del reinado del Hassan II (1961-1999). Posteriormente, la monarquía marroquí reconoció en 2004 esta crónica negra de la historia reciente de Marruecos y docenas de víctimas recibieron indemnizaciones económicas. No obstante, ninguno de los ideólogos ni de los ejecutores de estos crímenes de Estado ha sido perseguido por la justicia, ni se ha abierto investigaciones ni procesos contra ninguno de ellos. Por lo tanto, hasta al momento en Marruecos no existen garantías jurídicas que protejan a la ciudadanía de un posible retorno al pasado. Abderrahim, Berrada, “La defensa de la impunidad: crímenes de Estado y Derechos Humanos en Marruecos”, Nación Árabe, 45 (2001). pp. 33-34.
[12] La pugna interior en la USFP continuaba no simplemente por las opciones políticas, sino también por motivos ideológicos profundos respeto al ideal izquierdista hasta que la tendencia critica se separó del partido fundando el partido Ṭalī‛a (Vanguardia) Democrático Socialista en el 6 de octubre de 1991. Stitou, “La izquierda marroquí…”. pp. 33,134.
[13] Véase, Abderramán Yusufi, “La Conferencia de Bruselas pronunciada por el líder socialista marroquí, jefe del Gobierno de Alternancia (1998-2002)”, Academia Árabe, 25 de febrero de 2003,
https://academia-arabia.com/en/reader/2/104768 (consulta: 16 de enero de 2023).
[14] “El Consenso de Alternación: cuando la izquierda presidió el gobierno marroquí”, Al Jazeera, 18 de noviembre de 2015 (consulta: 16 de enero de 2023).
[15] Las posturas del partido están publicadas en el Periódico al-Ṭarīq, 20 de abril de 2002.
[16] Véase, el acta constitutiva del PSU, 2005.
[17] Según la opinión del periodista y activista cercano al PSU, la sociedad marroquí está en una fase notable de decadencia cultural, el sistema educativo produce personas con formación mediocre en cultura general y en el nivel de idiomas, incluso el árabe, por lo tanto, es difícil que funcione en estas circunstancias ningún discurso intelectual de carácter político, ya que el activismo político civil exige un alto nivel de consciencia cultural. Rachid, El Belghiti, Periodista y activista en la sociedad civil, Entr. Said El Ghazi El Imlahi, 2021.
[18] Respecto a las posturas de ideológicas de esta corriente de izquierda marroquí, véase, ʽAbd al-Llāh, al-Ḥarīf, “Critica de visiones erróneas”, 2017, https://www.riadinoureddine.com/2019/05/blog-post_860.html, (consulta:17 de enero de 2023).
[19] Driss, El Jawhari, Profesor de Ciencias Sociales. Dirigente municipal del PSU y activista en la sociedad civil, Entr. Said El Ghazi El Imlahi, 2022.
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