En términos generales, el islam político es una tendencia ideológica que surgió a partir de la segunda década del siglo XX, proponiendo resucitar el califato islámico como una alternativa al Estado nacional establecido por los colonizadores europeos en el mundo arabo-musulmán. Al examinar los principales conceptos en la literatura islamista, se observa un énfasis en la noción de la comunidad musulmana frente al concepto de ciudadanía. Sin embargo, décadas después, «la utopía islamista», según la expresión del príncipe Hichame ( Aalaui, 2021), no ha conducido a ninguna parte; al contrario, ha provocado conflictos bélicos catastróficos debido a la pugna por el poder en varios países árabes.
El Partido de Justicia y Desarrollo es una organización islamista, pero también una plataforma política de identidad nacionalista marroquí. Los conceptos de comunidad religiosa y de Estado nación son términos muy distintos, tanto política como intelectualmente. ¿Cómo es posible combinar en la misma estructura socio-política dos conceptos que, a primera vista, parecen contradictorios?
El Partido de Justicia y Desarrollo (PJD) es una organización política marroquí y de ningún modo se considera una comunidad religiosa o una secta espiritual. Según nuestra literatura política, somos un partido político nacional que pretende, desde su referencia islámica y dentro del marco de la monarquía constitucional basada en el título islámico tradicional del Comendador de los Creyentes (Imāratu al-Mu’minīn), participar en la construcción de un Marruecos moderno y democrático. Buscamos un país próspero, solidario y orgulloso de su identidad histórica, así como profundamente vinculado con el avance de la civilización humana.
Dicho esto, podemos afirmar que el PJD es un partido organizado de acuerdo con las leyes vigentes en el Reino de Marruecos, una plataforma ciudadana activa que opera según la constitución y el reglamento ordinario de la vida política marroquí.
Durante nuestros primeros pasos políticos, hemos optado por distinguir entre el activismo religioso y la labor política. Sin lugar a dudas, se trata de una particularidad marroquí dentro de la esfera del islamismo árabe. Es una separación estricta de funciones entre el movimiento religioso y el partido político: el movimiento Unicidad y Reforma (MUR), es una organización de índole religiosa, entretanto el PJD, es una plataforma civil de carácter político. Las dos fundaciones guardan vínculos de cooperación, coordinación y asesoramiento. No obstante, ambas disponen de total autonomía organizativa, financiera y de gestión. La distinción entre el movimiento religioso y el partido político es visible esencialmente en los distintos espacios de actividad: mientras el PJD responde a la gestión pública estatal a través de un programa sociopolítico; el MUR es una organización religiosa que aborda cuestiones de educación social y espiritual, la formación de jóvenes y la protección de la familia como principal célula de la sociedad en virtud de las enseñanzas coránicas.
En términos generales, establecer una distancia clara entre lo político y lo religioso es el estilo de nuestro activismo adaptado desde 2004. Este enfoque se sustenta en un proyecto sociopolítico con principios teóricos e ideológicos explícitos en nuestra bibliografía de doctrina política. Además, respecto a estas cuestiones, yo personalmente publiqué una obra titulada “Religión y Política: distancia, no separación” (El Otmani, 2015).
Estamos hablando de una opción política cercana que, en cierto modo, se asemeja a los partidos europeos cristiano-demócratas, los cuales operan en la sociedad civil a partir de los valores religiosos del pensamiento social de la Iglesia católica o de la ética social protestante. Reconciliar los niveles religioso y político en el marco de una organización civil y democrática es no solo probable, sino también exitoso, como lo demuestran varias experiencias políticas.
Los nuevos fenómenos mundiales como la globalización y la revolución informática y de comunicaciones afectan enormemente a las sociedades humanas. En la actualidad, estos fenómenos son más bien sucesos vitales de cambio y desarrollo radical en tiempo récord, sin precedentes en la historia humana. Esta transformación indudablemente alcanza la función y el rol de la religión en la vida privada y pública del ser humano.
¿Tienen ustedes nuevas lecturas del discurso religioso? En virtud de las recientes dinámicas sociales presentes en la sociedad y, más particularmente, dentro de los colectivos jóvenes, ¿qué opinan sobre los llamamientos a la ilustración y la reforma religiosa que proponen numerosos intelectuales árabes y musulmanes, basándose en la experiencia histórica de otras naciones occidentales y orientales?
La evolución y la reforma son valores necesarios en todos los sentidos. El islam, por su naturaleza y su filosofía, es una religión para todos los tiempos y dirigida a todas las generaciones. Esta validez se sustenta mediante la renovación permanente de la religión desde dentro de sus propios pilares de fe y enseñanzas de comportamiento espiritual. En otras palabras, los colectivos humanos enfrentan circunstancias y desafíos distintos y novedosos, por lo cual la misión religiosa de la comunidad musulmana es esforzarse por reanudar el discurso religioso, basándose siempre en una comprensión exhaustiva de la realidad social y un conocimiento islámico sólido.
La renovación del discurso islámico es una cuestión vital para la ̕umma islámica (comunidad islámica). Esto ha despertado el interés de numerosos ulemas desde tiempos antiguos del islam. En la actualidad, es crucial abordar esta labor científico-religiosa de manera seria para hacer frente a problemas sociales como el radicalismo y el terrorismo, que han causado graves daños a las sociedades islámicas. Sin embargo, abordar esta temática requiere dos condiciones fundamentales: a) como mencionamos anteriormente, tener un profundo conocimiento de las fuentes religiosas y de la realidad social, y b) contar con una sólida formación en las ciencias modernas (humanidades, economía, ciencias sociales y naturales) con el fin de superar las limitaciones de una interpretación obsoleta del texto sagrado islámico y desafiar las opiniones religiosas basadas en datos científicos incompletos o erróneos.
El esfuerzo de la tendencia de la ilustración intelectual que está surgiendo en el debate cultural árabe-musulmán es admirable. Sin embargo, es importante destacar que la renovación de una cultura social no consiste en imitar las experiencias de otras sociedades, sino en interiorizar el espíritu de estas para desarrollar un estilo propio de ilustración que esté en consonancia con la identidad cultural de nuestras sociedades mayoritariamente musulmanas. La modernidad no se impone; es una decisión propia de una comunidad humana para convertirse en un agente de civilización en el mundo contemporáneo.
La situación actual de Marruecos es compleja y presenta una serie de contradicciones. Por un lado, el país ha sido visto como uno de los más liberales en el mundo árabe en términos de ciertas libertades y apertura política. Sin embargo, persisten preocupaciones significativas en lo que respecta a los derechos humanos, especialmente en lo que concierne a la represión política y las restricciones a la libertad de expresión y prensa.
Aún así, El debate público en Marruecos es vigoroso y abarca diversos niveles sociales y políticos, lo cual es un signo positivo de la vitalidad de la sociedad civil y la democracia emergente en el país. ¿Cuál sería su análisis de la situación actual en un país tan estratégico como Marruecos? ¿Considera usted que sería necesaria una influencia externa por parte de la comunidad internacional para facilitar la tan esperada transición hacia la democracia en dicho país?
Marruecos ha avanzado significativamente en su camino hacia la democracia con la promulgación de la constitución de 2011, un hito que representó un importante progreso tanto en la configuración del Estado como en la esfera política nacional. Sin embargo, persisten desafíos sociales y económicos, así como la presencia de sectores que resisten el cambio político. Lograr una pluralidad sociopolítica efectiva y bien gestionada requiere un nivel más elevado de prácticas democráticas. Por lo tanto, podríamos describir el sistema político actual del país como un «régimen híbrido», donde coexisten características tanto democráticas como autoritarias dentro de la misma estructura de poder.
Para lograr una transición democrática completa, es fundamental contar, en primer lugar, con una élite política capacitada y con la formación adecuada para liderar partidos independientes y bien organizados. Asimismo, es esencial desarrollar una tradición democrática arraigada social y culturalmente, que permita gestionar la pluralidad desde una perspectiva colaborativa y no conflictiva.
La democracia implica una cultura y unos valores que van más allá de ser simplemente un régimen o una práctica política. Por lo tanto, la cuestión es mucho más profunda que una simple transformación jurídica o una renovación superficial del sistema político. Algunos partidos en Marruecos sufren graves deficiencias democráticas en su interior, lo cual es evidente en el funcionamiento de nuestra vida política nacional y debe ser superado. Es fundamental desarrollar, ante todo, una cultura de reconocimiento del adversario político, aceptar la diversidad y respetar las diferentes visiones, e incluso reflexionar sobre las ideas que compartimos como nación.
Hoy en día, es evidente que a nivel mundial lamentablemente se está retrocediendo en materia democrática, y Marruecos no es ajeno a esta situación. Incluso las democracias liberales históricas muestran signos claros de debilidad política, reflejados en la abstención electoral y la desconfianza en las instituciones políticas. El estancamiento en la democracia liberal es cada vez más evidente, con partidos políticos desilusionados en la sociedad y dificultades crecientes para formar mayorías parlamentarias capaces de sostener gobiernos electos. Este fenómeno está siendo estudiado actualmente por investigadores en el campo de la ciencia política.
Sin embargo, nunca hemos considerado rendirnos; la esperanza de desarrollar una democracia en Marruecos sigue viva. La adquisición, en un futuro no muy lejano, de una práctica democrática autóctona, basada en acuerdos consensuados y constructivos, está en nuestros planes. Aunque es una tarea difícil, confiamos en que, tarde o temprano, se logrará de manera gradual y pacífica en nuestro país.
Como este sitio web está dirigido a la opinión pública hispanohablante, nos gustaría saber cuál es su perspectiva sobre la política española. También nos interesa saber qué opina sobre la política exterior de España hacia Marruecos.
Como activista político y social, es fundamental estar al tanto de las novedades parlamentarias, económicas y sociales en diversos países, especialmente en aquellos con los cuales Marruecos mantiene lazos estratégicos, como España. La conexión entre ambos países se fundamenta en la construcción de vínculos estratégicos que apunten hacia el futuro, aprovechando el potencial de crecimiento económico que ofrece la relación entre Rabat y Madrid en el siglo XXI.
El encuentro entre el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y el monarca Mohamed VI de Marruecos en abril de 2022 ha dado lugar a la creación de una hoja de ruta sin precedentes. Este plan estatal refleja la firme voluntad política de ambos países vecinos de fortalecer al máximo sus vínculos estratégicos, que están arraigados en la historia y la geografía compartidas. Se trata de una asociación integral orientada hacia el futuro, que busca abordar asuntos de suma importancia a nivel mundial, como la emigración y el terrorismo, y promover la cooperación en áreas vitales como el medio ambiente, el desarrollo económico sostenible, la seguridad alimentaria, la transición ecológica y la inteligencia artificial, entre otros.
En mi opinión, considero que la política exterior española hacia Marruecos ha adoptado un enfoque transparente y sensato bajo la nueva postura política del presidente Pedro Sánchez con respecto a la cuestión del Sahara marroquí. Respaldar el plan de autonomía del Sahara, presentado por Rabat desde 2007, como base exclusiva para una solución justa y duradera de este conflicto, ha sido una decisión audaz y constructiva para el futuro de las relaciones hispano-marroquíes. Esta posición política prudente fue reafirmada recientemente en el Senado español en marzo de 2024 por el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares. El jefe de la diplomacia española ha declarado explícitamente que una de las principales premisas de la política exterior de España es mantener relaciones muy sólidas con Marruecos como socio principal en la cuenca Mediterránea.
De hecho, esta política es un asunto de Estado que debe mantenerse independientemente del color ideológico del gobierno en Moncloa. Personalmente, a lo largo de toda mi trayectoria política, ya sea en la oposición o en el gobierno, ocupando el cargo de ministro de Asuntos Exteriores o presidente del gobierno, siempre he creído firmemente que nuestro destino como marroquíes y españoles es entendernos y forjar una relación positiva de mutuo beneficio.
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