En la actualidad el mundo árabe se encuentra inmerso en una guerra intelectual sobre el concepto de laicidad y sus implicaciones políticas y sociales en sociedades mayoritariamente musulmanas. Un tenso debate público que en ocasiones ha causado víctimas mortales, como el asesinato del pensador egipcio Farag Foda en 1992. Recientemente, en marzo de 2021, fallecía la médica y escritora egipcia Nawal El Saadawi. Su muerte despertó una notable ola de odio hacia su figura por parte de “islamistas radicales”. Estos consideraron ilícito para el resto de musulmanes apiadarse de su alma en términos islámicos por las posturas laicas y feministas de la difunta. Esta actitud intolerante emerge como un reflejo que revela las dimensiones psicológicas y culturales de esta pugna política-intelectual en Oriente Medio y el Norte de África. Para comprender el alcance de esta crisis propia de la modernidad es necesario detenerse en uno de los postulados de los movimientos islamista, concretamente aquel que rechaza la laicidad como concepto calve de la democracia. Tomemos como ejemplo la postura de los Hermanos Musulmanes[1] – la organización madre del islam político en los países arabo-hablantes – a través de una figura intelectual mediática de la orden religiosa. Concretamente, hablamos de Muhammad al-Mukhtar al-Shinqiti, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Qatar y uno de los analistas más destacables del canal de noticias más importante del mundo árabe Aljazeera.
Este intelectual de origen mauritano resume en sus artículos de opinión, publicados en la página web del canal antes mencionado, la visión islamista mostrando un rechazo tajante al concepto de laicidad como principio fundamental del sistema y la práctica democrática. A partir de sus posturas, numerosos estudios políticos occidentales concluyen que ya no existe ningún vínculo teórico, histórico o práctico entre la democracia y la laicidad. Al contrario, la religión cristiana dispone de un lugar privilegiado en las constituciones occidentales a pesar de que el cristianismo es una religión apolítica a diferencia del islam que contiene un corpus conceptual puramente político desde sus inicios. Los indicadores internacionales de la democracia no contemplan como condición sine qua non la neutralidad del Estado en el asunto religioso; por ejemplo, los indicadores que enumeran portales de prestigio como revista economist, califica a países como Suecia, Islandia y Noruega pioneros en calidad democrática, aunque los dos primeros consideran constitucionalmente el cristianismo luterano como religión oficial del Estado y el tercero, Noruega, da un lugar privilegiado a la Iglesia evangélica luterana como Iglesia nacional.[2]
En estas líneas no pretendemos refutar la perspectiva islamista respecto a la laicidad, sino más bien exponer la argumentación de esta tendencia conservadora para llegar finalmente a plantear unas cuestiones en este asunto de innegable relevancia en la realidad árabe. Sin embargo, para ser fieles al método científico, es necesario verificar los datos aportados por el intelectual islamista, al-Shinqiti. la Constitución del Reino de Noruega establece lo siguiente respecto a la Iglesia y la religión:
“Todos los habitantes del Reino tienen el derecho al libre ejercicio de su religión. La iglesia noruega, evangélica luterana, continuará siendo la Iglesia Nacional de Noruega y, como tal, será apoyada por el Estado. Las provisiones detalladas de este sistema serán establecidas por la ley. Todas las comunidades religiosas y filosóficas deben ser apoyadas en pie de igualdad” art.16.
Por lo tanto, pensamos que la postura islamista es evidentemente errónea ya que el trato en pie de igualdad por parte del Estado hacia todas las comunidades religiosas y filosóficas significa en otras palabras la neutralidad del Estado en al asunto religioso y anula por ley el privilegio de la Iglesia luterana, aunque sigue siendo nacional.
al-Mukhtar al- Shinqiti estima que la laicidad no tiene por qué relacionarse con los derechos humanos ya que las dictaduras más sangrientas de la historia fueron laicas como los regímenes de Stalin, Hitler y Mussolini, y sus copias árabes, como afirma, describiendo los regímenes de al-Asad en Siria y Sadam Husein en Iraq. En esta visión histórica la democracia se reconcilió con la religión en el contexto cristiano protestante por el vínculo solido entre la actividad religiosa y la mundana en este tipo de religiosidad como afirmaba Hegel en La Razón en la Historia. La revolución inglesa (1688) fue una encarnación histórica de la estrecha relación entre la fe y la libertad. Lo mismo ocurrió en la revolución americana (1776-1783), la rebeldía contra la tiranía de la corona inglesa fue vista por los americanos como un acto para satisfacer a dios. La religión protestante contribuyó a elaborar los principios éticos y políticos de Estados Unidos de América, puesto que a diferencia de la filosofía política de la época de la ilustración europea que empleaba el término de los derechos naturales del ser humano, en la constitución americana encontramos estos mismos derechos considerados como dones divinos. Dicha composición ética entre la fe y la libertad llegó a establecer una expresión significativa sobre la democracia americana: la tiranía es probable sin fe, pero la libertad no.
Por consiguiente, la religión más cercana al islam es el cristianismo protestante, no solamente por el carácter liberal de esta doctrina sino también por su notable realismo político derivado del antiguo testamento, cuyo legado se encontraría en el islam más que en cualquier otra religión, lo cual explicaría el papel de esta fe como ideología combativa en todas las luchas libertarias en el mundo árabe. Según nuestro autor, la referencia cristiana de la democracia anglosajona fomenta el discurso religioso de los cristianos en Occidente que reivindican acabar con el monopolio laico en el espacio público y establecer democracias no aconfesionales en las sociedades occidentales.
En el contexto arabo-musulmán la cuestión es más sencilla, puesto que no existe ninguna contradicción entre la soberanía divina y la soberanía popular en el seno de la civilización arabo-islámica. La evolución natural de las sociedades árabes conduciría automáticamente a la islamización de las esferas publicas si no encuentra obstáculos por parte de las minorías o las potencias extranjeras. La lucha por la democracia es un sinónimo de la lucha por la islamización. Por tanto, la tradición constitucional árabe de establecer el islam como religión de Estado es un derecho colectivo de la mayoría social árabe, sobre todo, por la amenaza que sufre hoy en día la identidad islámica en su propio espacio cultural por parte de las potencias coloniales, las tendencias laicas y las minorías religiosas, que pretenden excluir al islam y acaparar la cultura árabe en virtud de sus ansias de poder.[3]
El fin de este breve artículo no es cuestionar esta perspectiva islamista caracterizada por una confusión terminológica y conceptual enorme, ya que esa lectura sería una tarea de los expertos en laicidad a nivel jurídico para evitar malas interpretaciones de los textos constitucionales y los derechos humanos básicos establecidos por la ley internacional, como hizo nuestro autor como vimos anteriormente. No obstante, es interesante plantear una serie de interrogantes que se derivan de la realidad árabe contemporánea para sacar este debate de su carácter teórico hacía la política cotidiana y los desafíos que sufren las sociedades árabes actualmente.
En este sentido, los islamistas árabes deben responder a estas cuestiones de la lógica sociopolítica: entre el abanico islamista y doctrinal ¿cuál es la religiosidad islámica que el poder político debe proteger como oficial del Estado? ¿cómo sería posible gestionar la pluralidad doctrinal propia del islam sin la neutralidad de los poderes públicos en el área religiosa? ¿cómo es posible garantizar la igualdad de las minorías en derechos y deberes sin establecer un marco jurídico de ciudadanía civil al margen de las pertenencias religiosas y étnicas? ¿cómo se garantiza la libertad de opinión y de creencia en una Estado confesional? Estos son las cuestiones reales que los actores islamistas deben incluir seriamente en sus planteamientos en un mundo tan globalizado. La ausencia de respuestas indica que están presentado nada más que una perspectiva medievalista cubierta con terminología moderna que sirve como propaganda, pero su aportación es nula a la hora de construir un marco civil de convivencia social en el seno del Estado árabe.
[1] En cierto modo se trata de una postura “moderada y civil” dentro del abanico islamista. La postura política de los salafistas niega por completo los aspectos civiles de la gestión pública, rechazan la democracia, la soberanía popular y, otorgan al gobernador musulmán un poder absoluto sin la posibilidad de tolerar una forma de oposición política.
[2] al-Mukhtar al- Shinqiti, Muhammad. “La Cristiandad es una religión oficial”. Aljazeera.
[3] al-Mukhtar al- Shinqiti, Muhammad. “democracia no laica”. Aljazeera.
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