Tradicionalmente, el mes sagrado de Ramadán era concebido como una ocasión propicia para lanzar al mercado mediático árabe las mejores producciones televisiva debido a la enorme demanda del ocio mediático durante este mes. Egipto, el país árabe más avanzado en dicha industria históricamente, suele aprovechar el momento para difundir una propaganda patriótica que vincula, desde generaciones, a la mayoría de los arabo-hablantes con este país, a través de un uso planificado de temas sensibles en la conciencia árabe como la causa palestina, la historia profética o incluso “el paraíso perdido al-Ándalus”.[1]
Desde el golpe de Estado del 3 de julio de 2013 que puso fin al efímero mandato de los Hermanos Muslámenes en El Cairo, el drama egipcio ha ido adquiriendo un tono ideológico más evidente si cabe, en este caso la trama central gira en torno a un patriotismo estatal en clara oposición con el islamismo político, presentado como principal enemigo público. El espíritu crítico de este drama hacia el sistema político y social – que fue relevante en la época del presidente Husni Mubarak (1981-2011) – es sustituido por completo por una visión paternalista del Estado como protector de la nación. Se trata de la imposición de una agenda sobre la producción audiovisual dirigida claramente por el interés de un régimen militar que, expresado sin ambages, coarta mediante una represión brutal la vida política de un país diverso y plural y con una tradición artística liberal desde el siglo XIX.[2]
Durante este Ramadán de 2022, el gobierno egipcio financió generosamente la industria del entretenimiento televisivo. Como resultado se emitieron dos grandes producciones acordes a sus políticas de propaganda política: bitlūʽ al-Rūḥ (quitar el aliento) y al-̕ Ijtiyār 3 (la opción 3). La primera obra quitar el aliento, fue un trabajo artístico con un buen guion y bien documentado – excepto por algunos errores técnicos observados por los exportes en yihadismo internacional – sobre un episodio de los acontecimientos en Siria durante el poderío del “califato islámico” ISIS (2013-2017). La serie describe el proceso de captación y adoctrinamiento de las mujeres yihadistas por la organización terrorista. Esta historia “real” pretendía causar un impacto mediático en el mundo árabe. La serie narra de un modo riguroso los acontecimientos del terror que sufrieron estas mujeres, principalmente solteras y viudas, en un campo de concentración dirigido por la organización terrorista en Raqqa (Siria). Las duras imágenes de esta realidad provocaron un tenso debate en las redes. Se trata de una sólida producción que pone en relieve las atrocidades que conlleva una instrumentalización del islam desde parámetros fanáticos para justificar las barbaries del ISIS.
La serie poseía, por otro lado, varios puntos de debilidad como son la carencia de un profundo debate intelectual necesario para refutar las posturas yihadistas, además de errores a nivel de códigos doctrinales del yihadismo internacional difíciles de percibir por el público no especialista. Aun así, este tipo de drama ha sido bien recibido y estimado por los expertos en la narrativa antiterrorista por poner de manifiesto, a través de este contenido televisivo, las maldades del fundamentalismo religioso que llega a ser en algunos países una verdadera lacra social.[3]
En esta obra, como en otras de temática similar, la teoría de la conspiración ocupa un lugar central a la hora de interpretar la realidad internacional y exponerla al espectador mediante una trama narrativa. El complot occidental y sionista son el principal motivo para explicar la realidad decadente del Mundo Árabe, aunque se trate de un tema que atañe internamente a Siria. Una postura que limita, a nuestro juicio, las posibilidades de una regeneración cultural árabe y el surgimiento de un islam ilustrado análogo al humanismo cristiano que aportó mucho en la transición democrática en diferentes lugares del planeta.
En el Ramadán de este año, la obra más relevante y polémica fue la tercera temporada de la serie Opción, cuya producción audiovisual presenta la narrativa del régimen egipcio sobre la corta trayectoria política de los Hermanos Musulmanes en el poder. Una visión que pretende justificar el golpe de Estado militar que apartó del poder al ex presidente islamista electo Mohamed Morsi. La obra bien diseñada a nivel productivo expone una dualidad ahistórica de la realidad política del país: santificar el ejército y a los cuerpos de seguridad y demonizar a los HM. Prácticamente es el imaginario bipolar, propio de las dictaduras militares, que fragmenta la sociedad en dos bandos: uno de buenos compatriotas egipcios y otro de los malos ciudadanos contaminados por las ideologías fanáticas destructoras de la nación.
Es cierto que la gestión gubernamental de los HM en Egipto fue una verdadera ruina,[4] pero la serie exagera en estigmatizar a los miembros de la Orden islamista atribuyéndoles todos los males: traidores, fanáticos y terroristas. Es obvio que el régimen de El Cairo pretende blanquear a toda costa sus crímenes contra los civiles y, más especialmente, la masacre de Rabaa (14 de agosto de 2013).
Para proyectar más credibilidad política, los productores de la obra emplearon una curiosa técnica: filtrar grabaciones, en posesión exclusiva del ejército, en los distintos episodios emitidos por televisión para convencer a los espectadores de que se trata realmente de hechos auténticos. Las filtraciones son diversas conversaciones grabadas durante las reuniones que tuvieron los líderes políticos egipcios, entre ellos los HM, con los altos mandos del ejército en el transcurso de la dirección de la Junta Militar (2011-2012). El contenido de las declaraciones de los dirigentes islamistas está en un lenguaje diplomático implícito propio de las negociaciones políticas; además de ser extraído del contexto general de largas conversaciones desconocidos por el receptor,[5] por lo cual, podría ser fácilmente interpretado a favor o en contra de los líderes islamistas dependiendo de la referencia ideológica del espectador.
Como consecuencia de todo esto, la polémica estuvo servida durante este Ramadán, el mes sagrado dedicado, en teoría, al retiro espiritual de los creyentes y la unión entre los musulmanes, se convirtió en un brutal enfrentamiento en los medios, así como, en las redes sociales. Egipto, país central en el Mundo árabe, sigue siendo una sociedad dividida profundamente y sufre una crisis de legitimidad política demasiado evidente, el drama es un intento del régimen de establecer una cierta credibilidad política bajo la narrativa de proteger a la nación del terror islamista.
Tanto la experiencia histórica como los principales estudios han demostrado que las comunidades religiosas son resistentes a las campañas de represión. Es imposible extirpar una organización religiosa del seno de la sociedad a través de la fuerza bruta. Durante su larga trayectoria histórica sufriendo la represión estatal, los Hermanos Musulmanes desarrollaron mecanismos para sobrevivir tanto a nivel organizativo como financiero.[6] Estamos hablando de una organización de diez millones de afiliados solo en Egipto, como afirman sus dirigentes,[7] más aún, la masa de simpatizantes es mayor y se extiende a otras organizaciones si consideramos esta corriente ideológica en el marco regional árabe. Destruir las instituciones jerárquicas de la organización y liquidar la base económica que mantiene la actividad socio-religiosa de la Orden, no es suficiente para extirpar un pensamiento político arraigado en la estructura social del país desde hace noventa años como reconocía el propio presidente egipcio Abdelfatah El Sisi.[8]
A pesar de la difícil situación que vive hoy en día la Organización islamista y la fragmentación reinante en sus estructuras organizativas tanto en Egipto como en el extranjero, los HM no están a punto de desaparecer del mapa sociopolítico árabe, así como, del internacional. El peso político de la masa social de los HM y su activismo mediático y religioso sigue siendo importante y otorga a la Orden una posición especial en la futura evolución política del Mundo Árabe. Actualmente estamos hablando, más bien, de una organización horizontal solida configurada por vínculos personales y familiares y dotada con instrumentos creativos de comunicación y financiación, sobre todo, por el auge tecnológico de nuestro tiempo, que indudablemente juega a su favor en el momento histórico actual.
La ideología religiosa de los Hermanos Musulmanes está diseñada para mantenerse viva en situaciones de gran adversidad, provocada principalmente por su enfrentamiento con la maquinaria estatal. La consciencia de víctima de una comunidad de creyentes perseguida injustamente está fuertemente desarrollada entre los militantes de la Hermandad, educados, a veces desde la infancia, en programas especiales de adoctrinamiento dirigidos a preparar a los miembros de la base para asumir responsabilidades sin contar con la dirección en tiempos difíciles. Huelga decir en este sentido que el grado de solidaridad social entre los diferentes grupos de la Hermandad está avanzado de un modo espectacular y los órganos secretos siguen funcionado a pesar de la dura represión.[9]
Por todo lo anterior, es comprensible la preocupación de las autoridades egipcias por el resultado de esta dinámica islamista en el seno de la sociedad. Es difícil saber el alcance real de la propaganda de los HM entre las masas sociales empobrecidas al extremo por la crisis económica duradera en Egipto. Por otro lado, la fragmentación en las estructuras de los HM, condujo visiblemente a los jóvenes que están al margen de los círculos organizativos a radicalizarse como reacción de desesperanza, por lo cual, el régimen emplea el arte y la cultura en sus políticas para contrarrestar la narrativa islamista. No obstante, la pobreza y el analfabetismo en el que está sumida la sociedad egipcia es el caldo de cultivo propicio para el auge del discurso fundamentalista.
Ahora bien, según parece, la guerra en Ucrania y las consecuencias económicas que esta supone para una economía en ruinas como la egipcia, ha hecho sonar las alarmas en la jefatura del Estado egipcio. El propio El-Sisi dio señales de apertura política durante la celebración de la ruptura del ayuno organizado anualmente en Ramadán por la Familia Egipcia (plataforma civil). Durante la ocasión el presidente alabó el papel del drama televisivo, concretamente, la serie al-̕ Ijtiyār en la defensa de la identidad nacional, lo cual, expresa el rol crucial de este tipo de producciones en el conflicto político interno. Al contar con la narrativa televisiva, el presidente El-Sisi, presentado en la serie como una especie de salvador patriótico, plantea una nueva república en Egipto como si hubiese resuelto la pugna política del país a través de una legitimidad ficticia creada en televisión.
El drama televisivo ha sido siempre el núcleo de la propaganda patriótica del Estado egipcio, sin embargo, en los últimos años esta industria se ha convertido en un instrumento de gestión política que funciona no solamente para difundir las posturas del Estado, sino como arma política y canal para transmitir un fuerte mensaje doctrinal dirigido a una sociedad fragmentada entre el fundamentalismo religioso y el autoritarismo militar. Como consecuencia, Egipto está perdiendo gran parte de su liderazgo cultural en el Mundo Árabe. Nacionalizar el arte y la cultura de este modo tan grosero es una política de fracaso y seguramente no conduzca a ningún lado. Este país fue influyente en el Mundo, en primer lugar, por su capacidad de producir una brillante cultura incluso en las etapas políticas más oscuras de su historia. Una virtud perdida con el actual régimen.
Artículo publicado: 1 de junio de 2022.
[1] Véase, Al-Ruzū, Ḥasan al-Muẓafar. Las guerras informáticas y mediáticas: la revolución de la imagen y el espacio de la realidad. Beirut: Centro de Estudios de la Unidad Árabe. 2013.
[2] “El empleo del arte en la política egipcia: un camino con obstáculos”. Web.
[3] Rafiqui, Mohamed Abdelouahab. Experto en estudios islámicos y la contra narrativa del discurso yihadista. Entr. Said El Ghazi El Imlahi. Mayo de 2022.
[4] “El problema egipcio en la etapa post Mubarak”. M.K. Carnegie Middle East Centre. Web.
[5] Aljazeera interpretaba las grabaciones de un modo totalmente contrario al uso propagandístico de este contenido audiovisual por parte de los medios de comunicaciones egipcias. Web.
[6] Véase, Al-Anani, Khalil. Inside the Muslim Brotherhood: religion, identity, and politics. Oxford: 2016.
[9] “La presencia contra la represión: ¿los Hermanos Musulmanes como han podido resistir y continuar?”. M.K. Carnegie Middle East Centre. Web.
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