Durante décadas, el fosfato con sello marroquí ha sido un elemento esencial para la producción de alimentos en amplias zonas del planeta. El Reino de Marruecos cuenta entre sus principales activos económicos con el liderazgo mundial de producción de este mineral, del cual se obtienen potentes fertilizantes para la agricultura a gran escala. Se calcula que Rabat abarca el 70% de la reserva internacional del fosfato, lo que le convierte en el principal proveedor mundial de este producto, imprescindible para la cadena de producción de la industria alimentaria intensiva contemporánea. No obstante, Marruecos, como país en vías de desarrollo, sigue buscando nuevas formas de explotar sus recursos naturales para incrementar sus rentas financieras, diversificar su economía y ganar capacidad de influencia en la escena diplomática internacional. Este último aspecto es especialmente visible en lo que respecta al conflicto del Sahara: una cuestión de carácter existencial para los poderes marroquíes.
En el escenario descrito, este artículo analiza la importancia del fosfato marroquí en la economía internacional e investiga las oportunidades que ofrece el contexto económico actual para el país en asuntos tan estratégicos como la seguridad alimentaria internacional y la transición energética. ¿Resulta posible instrumentalizar este recurso natural para alcanzar objetivos en política exterior? ¿puede servir como moneda de cambio para modificar la postura de países africanos y latinoamericanos a favor de Rabat en la cuestión del Sáhara? Además, ¿en qué medida la industria de baterías de vehículos eléctricos podría mejorar la posición de Marruecos como actor político internacional?
- El contexto internacional y la estrategia económica y política de Marruecos
Dadas las condiciones de incertidumbre e inestabilidad provocadas por la pandemia de la Covid-19 en 2020, y seguidamente en 2022 por la guerra en Ucrania, las prioridades económicas se han transformado de modo notable en las estrategias institucionales y estatales de estados e instituciones de todo el planeta. Las dos crisis consecutivas han dejado en evidencia que la energía o la alimentación no son asuntos de gestión rutinaria o que se puedan dejar al amparo del libre mercado, sino elementos imprescindibles para la soberanía nacional. Se trata, en realidad, de un cambio de paradigma en la economía política internacional.
El confinamiento sanitario que tuvo lugar en 2020 durante varios meses en casi todo el planeta paralizó de manera drástica las exportaciones e importaciones de alimentos y productos agrícolas a nivel internacional. Esto provocó una crisis alimentaria en numerosos países, principalmente en el sur global, donde la situación llegó a límites críticos. La Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) emitió un informe al respecto en 2021, en el cual participaron instituciones de prestigio internacional como el Fondo Internación de Desarrollo Agrícola (FIDA), UNICEF, la Organización Mundial de la Salud, etc. Según los datos publicado en este documento, alrededor de 828 millones de personas sufrieron hambruna o carencia alimentaria en 2021, es decir, el 9,8% de la población mundial. Pero lo peor estaba por llegar: la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 profundizó aún más la crisis alimentaria mundial debido en parte a las sanciones aplicadas contra Moscú y a la interrupción del recorrido comercial habitual del grano ucraniano por la invasión. Todo ello condujo a una grave perturbación en el mercado internacional en lo relativo a dos productos vitales: el cereal y los fertilizantes.
Ahondando este clima de escasez internacional, China redujo drásticamente sus exportaciones de fosfato y fertilizantes para garantizar el suministro en su propio mercado interior, ya que el fosfato es un recurso natural no renovable. El país asiático dispone tan solo de una modesta reserva de este mineral, estimada en unos 3.200 millones de toneladas. Sin embargo, su exportación resulta una cuestión sensible en el gigante asiático, ya que la seguridad alimentaria es un aspecto central en la sociedad y la economía chinas, al tratarse de un país tan poblado y con episodios de hambrunas recientes aun en la memoria colectiva. En estas condiciones mundiales, el interés comercial por el fosfato marroquí se incrementó por ser considerado un proveedor solvente en la industria de fertilizantes, representando una alternativa para sustituir la producción rusa y china.
El fuerte impacto de las crisis mencionadas en el mercado mundial de fertilizantes, en el cual la oferta cayó más de un 20%, condujo a una subida enorme del precio del fosfato bruto. Si el valor de esta materia prima no superaba en condiciones normales los 400 dólares por tonelada, al estallar la guerra en Ucrania llegó a registrar los 900 dólares por tonelada. Este desequilibrio entre la oferta y la demanda resultó muy beneficioso para el Grupo OCP, la corporación estatal marroquí encargada de gestionar –entre otros recursos– las minas de fosfato del país norteafricano, que alcanzó su récord histórico de beneficios en el año 2022. Marruecos ha logrado así un aumento histórico en las ventas de fosfato y sus derivados, que alcanzaron el porcentaje del +44% de las transacciones financieras del Grupo OCP en 2022, por valor de 114.570 millones de dirhams (alrededor de 11.400 millones de dólares).
Desde el inicio de la crisis múltiple en el mercado mundial, es evidente que las autoridades del reino alauí han puesto en marcha una estrategia para sacar el máximo rendimiento económico y político de sus reservas de fosfato. En este sentido, el gobierno marroquí ha puesto de relieve tres áreas en las que puede sacar provecho de lo que hoy en día representa su principal recurso natural nacional: a) el beneficio económico, b) la presencia en la escena internacional en el área de la lucha contra la crisis alimentaria y c) el ámbito diplomático.
En este sentido, el Grupo OCP inauguró en octubre de 2022 unas modernas instalaciones de alta tecnología especializadas en la elaboración de fertilizantes. Estas fueron ubicadas en Nigeria, con una capacidad productiva de 120 toneladas por hora. Así, la decisión de asociarse económicamente con un país africano que reconoce al Frente Polisario, como es el caso, parecía demostrar la flexibilidad de la política exterior marroquí. Sin embargo, Rabat no tardó mucho en cosechar el fruto de sus esfuerzos, ya que su inversión de 1.300 millones de dólares en la industria de fertilizantes, en asociación con el fondo soberano nigeriano NSIA ha obligado a Nigeria a limitar notablemente su apoyo a la organización independista saharaui.
Pero este centro industrial, erigido en la ciudad interior de Kaduna, es simplemente una pieza de una inversión de mayor envergadura en el continente africano. En julio de 2022, el gobierno marroquí accedió a un fondo de 2.400 millones de dólares para construir un complejo de producción de fertilizantes dirigido por la corporación estatal OCP en la ciudad de Dire Dawa, en Etiopía. Son muchos los países para los que Marruecos se autoabastece de fertilizantes, como Ruanda, Ghana, Senegal, Costa de Marfil, Camerún, Burkina Faso, etc. Más aún, los planes de expansión marroquí no se limitan al ámbito africano, sino que alcanzan un carácter intercontinental. Así lo demuestra el hecho de que la misma empresa pública marroquí decidiera en mayo de 2022 construir una fábrica de fosfato hidrogenado de calcio en la región brasileña de Marañón. Se trata de un producto sofisticado utilizado para incrementar la productividad de la alimentación animal en la ganadería. Es un proyecto pionero en América Latina, debido al avance que supone para el sector en el continente.
El déficit de la oferta en el mercado del fertilizante internacional aumenta las posibilidades de Marruecos de invadir los mercados europeo y norteamericano, ya que restringir la llegada de la producción rusa a estos países debido a las sanciones económicas podría allanar el camino hacia una presencia importante del fosfato marroquí en el sector agrícola europeo y estadounidense.
En Europa, en virtud de los derechos del consumo, los gobiernos prefieren el uso de los productos del fosfato ruso por el débil porcentaje que contiene de cadmio en comparación con el producto marroquí (60 miligramos en un kilogramo de fertilizante). Dicho elemento químico aumenta el riesgo de causar cáncer lo que se considera un obstáculo para Marruecos, incluso en este contexto mundial en el que la ausencia de Rusia ha dejado sin cubrir el 40% de las necesidades de fertilizante en el continente. España es el país que pone más trabas frente a las importaciones del fosfato marroquí por motivos de salud pública, por lo cual el Grupo OCP busca vincularse con el gran fabricante de los fertilizantes españoles, la empresa Fertinagro, con el propósito de producir los fertilizantes NPK. La sociedad hispano-marroquí llamada OFAS se dedica también a desarrollar fertilizantes especiales que se adaptan con el tipo del suelo agrícola y la categoría del cultivo, además de producir forraje alimentario para el ganado.
En Estados Unidos, la complejidad del mercado americano está en la feroz competencia empresarial. Los buenos resultados obtenidos por el Grupo OCP en 2021 al llegar a exportar dos millones de toneladas de fertilizante al mercado americano causó serios problemas económicos al gigante estadounidense de esta industria Mosaic. Esta cuestión provocó una guerra empresarial de grandes dimensiones tanto en la Justicia como en el área política. La empresa americana protestó ante el Ministerio Federal de Comercio porque el Grupo OCP está sostenido por el poder estatal marroquí, cuya situación viola la legislación norteamericana. Tras una dura batalla de relaciones públicas, en la cual cada parte del conflicto contrató los servicios de los lobbies y círculos de influencia política más importantes del país, la administración americana aplicó aranceles indemnizatorios del 19,97% sobre las exportaciones del Grupo OCP durante cinco años que acabarán en 2026. La decisión americana resulta injusta desde el punto de vista de Marruecos que acudió al Tribunal Comercial Federal para anularla. En septiembre de 2023, el Grupo OCP logró su victoria mediante una opinión judicial que estimaba sin fundamento los aranceles aplicados contra el comercio del fosfato marroquí. La campaña exitosa de relaciones publicas dirigida por el despacho americano Cornerstone a favor de Marruecos y la subida de los precios de fertilizante en el mercado interior americano, condujo al Ministerio de Comercio a reaccionar de inmediato bajando las tasas de arancelas al 2,12%.
A pesar de todo, finalmente Marruecos domina el mercado de fertilizante africano, hace competencia fuerte al poder chino en Asía y se apropia de una parte considerable en Europa que llega al 40% del consumo de fertilizantes en el continente. En Estados Unidos, el Grupo OCP mantuvo en 2022, el 30% del mercado interior de esta materia clave en el sector agrícola americano, aunque la competencia hace cada vez más difícil la penetración comercial de este producto marroquí.
En tal sentido, lo más novedoso es el uso abiertamente estratégico por parte de las autoridades comerciales y diplomáticas del fosfato marroquí. En el contexto de la crisis del mercado de abonos, y mediante una política de donaciones generosas de los fertilizantes derivados del fosfato, Marruecos ha hecho cambiar a su favor el mapa geoestratégico africano. Así, miles de toneladas de fertilizante han sido enviadas desde los puertos de Casablanca o Dakhla a países africanos como Ruanda, que se benefició de 15.000 toneladas gratuitas y de otras 17.000 a precios reducidos. En junio de 2022, Marruecos donó unas 25.000 toneladas a los pequeños agricultores de Senegal. La generosidad marroquí motivada por factores políticos se ha intensificado hasta diseñar en 2023 un plan para distribuir cuatro millones de toneladas de fertilizantes a los agricultores africanos. En este marco de política exterior, Mauritania recibía 5.000 toneladas, mientras poco más tarde se enviaban otras 2.000 toneladas a Gabón. La iniciativa marroquí incluye también a países latinoamericanos como El Salvador, que se benefició de unas 100 toneladas de fertilizantes.
- La diplomacia del fosfato marroquí en Asia y América Latina
Debido al carácter conservador y alineado con Occidente de su régimen, Marruecos no cuenta en su política exterior con factores de peso para construir una red de alianzas autónoma en Asia y América Latina. No obstante, en los últimos años se observa que el fosfato marroquí está allanado el camino hacia una diplomacia económica eficaz en tal sentido. Mediante una cooperación comercial e industrial activa, el reino alauí ha establecido un nuevo equilibrio estratégico con países tan relevantes como China, India, Singapur y Pakistán, lo que se refleja en otras áreas de sus relaciones internacionales, ante todo respecto a la cuestión del Sáhara.
De este modo, el Grupo OCP dispone de sedes activas en Pekín, Singapur y Abu Dabi para gestionar las oportunidades del mercado asiático, el más grande del planeta. De hecho, el fosfato marroquí cubre aproximadamente el 38% de la demanda del continente asiático. Mediante un proyecto común con las grandes empresas indias Tata Chemicals y Chambal Fertiliser, el grupo estatal marroquí monopoliza el 90% del mercado de fertilizantes de la India, a través de una sucursal denominada Indo-Maroc Phosphore. Además, en el Estado hindú de Odisha se ha instalado la empresa Paradeep Phosphate Limited, una sociedad mixta entre el Grupo OCP con el sector privado local y el gobierno de la región, de modo que el grupo magrebí posee el 28% de las acciones y el gobierno hindú el 44% de las mismas. Mediante esta infraestructura empresarial, los dos países acordaron en los primeros meses de 2023 suministrar a la India unos 1,7 millones de toneladas de fertilizantes de fosfato de cara a la próxima temporada agrícola.
Con el vecino y populoso Pakistán, la política marroquí ha seguido los mismos pasos, buscando asociaciones estratégicas entre las empresas nacionales del país y el Grupo OCP. Así, mediante la empresa Pakistán-Maroc Phosphore, el gigante industrial pakistaní Fauji efectúa sus compras de ácido fosfórico marroquí, además de trabajar conjuntamente en ámbitos como la cooperación científica y la investigación en el desarrollo técnico de nuevos fertilizantes.
En América del Sur, la diplomacia del fosfato marroquí también ha obtenido sus réditos debido al gran interés de los países latinoamericanos en fomentar el desarrollo agrícola como estrategia hacia la soberanía alimentaria. Sabido esto, en las últimos dos décadas Rabat ha permanecido al corriente del rol que podría jugar en este espacio político y cultural. La presencia económica tarde o temprano ha terminado por acercar posturas con gobiernos del continente a priori distanciados, habida cuenta del desafío ideológico que enfrenta a Rabat con varios estados en esta zona del mundo. Por el fuerte arraigo sociocultural de la izquierda revolucionaria en países como Cuba, Venezuela, Nicaragüa o Bolivia, el reino alauí, en primera instancia, no se presenta como un régimen popular en fuertes sectores de la sociedad latinoamericana, lo que influye sin duda en las políticas exteriores de sus gobiernos.
Con todo, Marruecos se dirigió a Brasil para establecer una sucursal bautizada como OCP do Brasil. A través de la empresa OCP-Fertilizantes registrada en Sao Paulo, el mercado marroquí cubre el 60% de la demanda exterior de fosfatos del sector agrícola brasileño. El grupo OCP, en calidad de socio con una multinacional noruega de industria química, es propietario de la mitad de las acciones del complejo industrial del puerto de Rio Grande. Además, el entramado marroquí es propietario de almacenes y depósitos en toda una red de puertos de la costa brasileña, habiendo establecido una infraestructura logística suficiente para proveer al interior continental de sus necesidades de fertilizantes derivados del fosfato norafricano. La fuerte presencia económica de Marruecos en Brasil ha llegado a una fase muy avanzada, como acredita el convenio firmado en 2022 entre el ministro de Agricultura brasileño Marcos Montes Cordeiro y Mostafa Terrab, CEO del Grupo OCP, con el fin de construir una gran fábrica de fertilizantes en el país lusófono. Una cooperación económica que llega a niveles estratégicos estableciendo afinidades políticas.
De igual modo, mediante OCP-Argentina, Buenos Aires informaba en julio de 2023 a través de su embajador en Rabat de que Marruecos se ha convertido en su segundo socio comercial en África después de Egipto. Argentina importa desde Marruecos mercancías por valor anual de unos 500 millones de dólares, siendo el fosfato marroquí el producto más destacado en esta suma. Estos vínculos económicos estimulan a países como Brasil y Argentina a mantener su neutralidad en el conflicto del Sáhara, cuando no a aproximar posturas con Rabat, mientras otros siguen experimentando un debate interior respecto al asunto, como es el caso en Perú. Durante el año de 2022, este país estaba sometido a una división interna entre los partidarios del Frente Polisario y los simpatizantes con la postura marroquí. Finalmente, tras el cambio político en Lima, el nuevo gobierno apostó claramente por unas buenas relaciones con Rabat, logrando una donación de 190.000 toneladas de fertilizantes a cambio de romper las relaciones diplomáticas con la llamada “República Árabe Saharaui”, lo cual se materializó a través de una declaración oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Perú en septiembre de 2023.
- Marruecos frente a la oportunidad del siglo: la transición energética y la agenda de inversión china.
Debido al impulso que ha recibido la transición ecológica por parte de grandes actores internacionales, numerosos países del mundo están apostando por la industria de vehículos eléctricos como una medida central para reducir sus emisiones de dióxido de carbono y hacer frente al cambio climático. La Unión Europea ha establecido el año 2035 como fecha límite para el uso de los vehículos de combustible fósil en los países miembros. Actualmente, los coches eléctricos representan en torno al 5% del mercado del automóvil a nivel mundial. Específicamente, la industria de las baterías de vehículos eléctricos abarca gran parte de este nuevo mercado, ya que el valor de este material representa entre el 30% y el 40% del coste total del coche. Solo en los últimos cuatros años, se estima que se ha invertido una suma global de 300.000 millones de dólares en todo el mundo para montar fábricas de baterías para vehículos eléctricos (Gigafactory).
En este contexto, el fosfato resulta ser un componente esencial para la fabricación de las baterías LFP, el prototipo más popular dentro del sector de la industria de los vehículos eléctricos. Esto significa una gran oportunidad para el desarrollo económico del país magrebí por la capacidad de inversión exterior que puede recibir y el empleo que puede generar en las próximas décadas en este campo. A tal efecto, China es sin duda el actor dominante en el sector de la industria de coches eléctricos, ya que atesora mediante sus gigantes empresas el 75% del mercado de mundial de las baterías, que además del fosfato, requieren de otra serie de componentes fundamentales. La potencia asiática tiene en el punto de mira las posibilidades de inversión en el fosfato marroquí, sobre todo por los factores auxiliares que facilitan esta actividad económica en Marruecos, como la mano de obra barata y la cercanía geográfica a los mercados europeo y norteamericano.
No obstante, el país magrebí dispone también de un valioso factor que lo hace atractivo a ojos de los inversores chinos: los convenios de libre comercio establecidos progresivamente por Rabat con la mayoría de los países occidentales, entre ellos el propio Estados Unidos. La guerra comercial entre EE.UU. y China ha provocado que los estadounidenses hayan emitido leyes para limitar el acceso chino al mercado norteamericano como la “Ley de los circuitos integrados” (Chips Act) y la “Ley de reducción de la inflación” (Inflation Reducion Act) aprobadas en 2022. Marruecos, en este panorama del mercado internacional, se representa como candidato ideal para poder albergar la inversión china en este sector, en una maniobra que permitiría a los productores chinos, desde sus bases industriales en el país norteafricano, comerciar con esta área del mundo evitando los aranceles y limitaciones de las fronteras americanas.
Según parece, Pekín ha estudiado minuciosamente las posibilidades de inversión en Marruecos y el plan de convertirlo en un centro operativo para penetrar a los mercados occidentales. Prueba de ello son las conversaciones iniciadas en enero de 2023 entre el gigantesco chino CNGR, especialista en la fabricación de las baterías de vehículos eléctricos y el holding Real marroquí Al-Mada. El 19 de septiembre del mismo año, el grupo chino aceptó ejercer como socio de Al-Mada en Marruecos para conformar una nueva entidad industrial llamada CNGR New Tech Morocco. El proyecto ha comenzado con una inversión conjunta de 2.000 millones de dólares destinadas a construir dos nuevas fábricas en el puerto de Jorf Lasfar, pocos kilómetros al sur de Casablanca. Habrá una instalación dedicada a fabricar los elementos de las baterías FLP y otra especializada en la producción de baterías NMC.
Otras empresas chinas de la misma tecnología actúan de modo similar en el mercado marroquí. La corporación sino-europea Gotion High-Tech firmó en el 31 de mayo de 2023 un convenio con Rabat para erigir un complejo industrial dedicado también a la elaboración de baterías LFP y NMC, con una inversión anunciada de unos 6.500 millones de dólares. En este caso se ubicaría algo más al norte, próxima a las regiones Rabat-Salé y Kenitra. Está previsto que su actividad comience a partir de 2025. Marruecos por su parte, adopta una política comercial flexible para facilitar el trabajo de estas empresas. En tal sentido, la reforma presupuestaria de 2022 redujo de forma notable los aranceles de importaciones de litio (del 40% al 17,5%), lo que atrajo a la economía marroquí a relevantes actores en este sector como el surcoreano LG Chem y los chinos Huayou y Tinci.
Como se ve, las circunstancias actuales son propicias para impulsar la industria del fosfato marroquí a todos los niveles, De hecho, el Grupo OCP ha puesto en marcha el proyecto más ambicioso de su historia. Bajo el título “El proyecto de inversión verde” se ha lanzado un programa de cuatro años (2023-2027) que pretende hacer frente a dos de los grandes retos del siglo XXI: la producción y distribución de la alimentación y la energía, a través de un récord de fondos que alcanzan los 13.000 millones de dólares.
En líneas generales, la economía marroquí procede hacia una transición ecológica exitosa mediante el uso extendido de las energías renovables en las operaciones productivas de sus centros industriales. La reducción del consumo del combustible aumenta automáticamente la capacidad competitiva del fosfato marroquí en el mercado internacional. Además de llevar a cabo una política de desarrollo sostenible en términos de proteger el medio ambiente, se abre paso una visión que toma nota de las grandes posibilidades del país para evolucionar en los campos de las energías solar y eólica. Todo ello hace verosímil el plan de aumentar considerablemente la producción de fertilizantes de las 12 millones de toneladas actuales hasta las 20 millones de toneladas de cara a fin ales del año 2027. Esta meta, una vez alcanzada, permitiría a Marruecos convertirse en un país central en el circuito económico de la seguridad alimentaria mundial. En esta dirección, y tomando nota de que el rol marroquí en la industria de los vehículos eléctricos no es nada desdeñable, es fácil concluir que Marruecos ya dispone de un recurso natural estratégico para transformase en un país más influyente con capacidad de plantear condiciones defensoras de sus propios intereses nacionales, y ante todo de la cuestión del Sáhara, la brújula principal de la política exterior de Rabat.
- Articulo traducido y adaptado de la revista marroquí al- Ṣaḥīfa
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