La ŷamāʽa de Justicia y Caridad (JyC) es un movimiento islamista marroquí de inspiración sufí que durante décadas ha dado sensación de solidez por diferentes razones que han fortalecido su estructura interna. La primera, sin lugar a dudas, fue la obediencia como virtud social al Šayj, así como un fuerte vínculo espiritual entre este y sus adeptos,[1] sobre todo durante el liderazgo de su fundador ʽAbd Salām Yāsīn, en parte debido a su carisma personal. Tras su fallecimiento, la orden islamista mantuvo firme su legado nombrándole de manera póstuma guía espiritual insustituible. El líder actual de JyC, Muḥammad al-ʽAbādī, ocupa el cargo de secretario general, es decir, una función mundana en primer lugar, que carece por completo de un cariz espiritual a pesar del abolengo religioso de esta figura islamista.
La ŷamāʽa goza de dos atributos más que garantizaron su integridad estructural incluso tras el fallecimiento del jeque fundador: el primero es el pacifismo, una dimensión que otorga al movimiento un respeto en la sociedad civil marroquí, incluso por parte de actores laicos e izquierdistas;[2] y el segundo, es la permanente adaptación del corpus conceptual religioso a las circunstancias del momento. Se trata de una práctica poco común en el islamismo en general. Históricamente, la rigidez ideológica definía en gran medida a los movimientos del islam político. El caso más obvio de esta lacra en el pensamiento islamista fue el partido de Liberación (Ḥizb al-Taḥrir), una formación política obsesionada con el califato como único fin de su proyecto político, lo cual condenó al partido a ser un mero actor mediático utilizado en los medios árabes para mostrar al público “la irracionalidad” de las posturas islamistas.[3]
El movimiento marroquí JyC se afana en llevar a cabo un proceso de renovación de los códigos que rigen la ŷamāʽa sin llamar la atención, incluso de su propia militancia. A este respecto, es necesario examinar la evolución del califato, el ideal político común del islamismo, en el pensamiento político de JyC. A grandes rasgos, el Šayj Yāsīn se mantuvo fiel al modelo histórico de Estado confesional trasnacional conocido en la historia del islam durante la edad media. Sus fuentes principales en política fueron el patrimonio medieval del legado islámico en los cuales los conceptos modernos como soberanía popular, separación de poderes y libertades individuales estaban, evidentemente, ausentes en aquel entonces. El pensamiento político de JyC sigue siendo el imaginario fundamentalista de una comunidad religiosa estigmatizada y acusada de ser una secta por parte de sus adversarios políticos.
El “Estado del Corán” fue el concepto fundamental de este planteamiento político anclado en los preceptos sagrados de la ortodoxia islámica.[4] No obstante, el proyecto de Šayj Yāsīn tuvo fuertes rasgos místicos. Entonces, motivado por sus ideales pacifistas, el jeque marroquí abogaba por un modelo de Estado islámico no sectario o doctrinal, un régimen que unía a los musulmanes sunníes y chiíes en un sistema de gobernanza espiritual y de inspiración republicana antimonárquica.[5] Huelga decir en este sentido, que el Šayj Yāsīn fue un fuerte opositor a la monarquía alauita de Marruecos,[6] además también rechazó el carácter religioso de las dinastías musulmanas desde los Omeya hasta los Otomanos, a las que no calificaba como califato islámico sino como monarquías con las implicaciones mundanas del término (mulk ʽāḍ). Según Yāsīn, el califato islámico representa un modelo de gobierno alejado por completo del despotismo monárquico.
No obstante, al amparo de las revueltas árabes de 2011, JyC pasó por alto sus inclinaciones al modelo califal y se integró como actor político principal en el movimiento pro democrático marroquí 20F, cuyas reivindicaciones incluían el derecho del pueblo a ejercer la soberanía nacional mediante un sistema de monarquía parlamentaria al estilo español o británico. Desde entonces, el concepto del califato es mucho menos visible en la propaganda política de la ŷamāʽa, principalmente en aquella que se dirige a la sociedad. Incluso cuando fue necesario (2016), este término, califato, fue interpretado de modo muy distinto al imaginario común de lo que era en la realidad histórica. La cúpula dirigente de JyC optó por dotar al concepto con un cariz de gobernanza espiritual y, a su vez, racional y justa, recurriendo a los primeros cuatro califas del islam como modelos a seguir, lideres religiosos y políticos electos, quienes no tuvieron el deseo de establecer dinastías o levantar mandatos imperiales opulentos como sucedió en épocas posteriores de la civilización arabo-musulmana.[7]
Actualmente, el califato para el JyC no es una estructura política en concreto, más bien, se presenta como un valor espiritual abstracto antiautoritario y defensor de la justicia social y la libertad humana.[8] Una estrategia necesaria tras la difamación que ha tenido el término califato en la actualidad debido a las atrocidades del grupo terrorista ISIS (autoproclamado califato islámico) en Siria y Iraq entre los años 2014-2019. Los crímenes contra la humanidad cometidos por esta organización terrorista, transmitidos a veces en directo por la propia maquina propagandística de la organización criminal, tuvieron un gran impacto en la sociedad civil árabe, quien adoptó desde entonces una visión muy crítica hacia las posturas del islamismo en general y no solamente hacia los grupos radicales yihadistas (véase en Nuestra Orilla: la religiosidad liquida: la confusa metamorfosis del campo religioso islámico en el Mundo Árabe).
Es bien conocido en la historia del islam, tanto medieval como contemporánea, que los movimientos políticos basados en un llamamiento religioso experimentan dos etapas de debilidad: la primera tras la muerte del jeque fundador por las luchas internas por el poder y, la segunda, cuando alcanzan el poder y aplican los ideales ideológicos supuestamente divinos. Dichos ideales puestos en práctica pronto se revelan humanos con las implicaciones que conlleva, lejos de cualquier perfección divina, constatando una vez más la diferencia entre imaginario y realidad. Hasta el momento, JyC ha superado la primera etapa con éxito y no ha alcanzado la segunda todavía.
No obstante, entre las filas de la ŷamāʽa se percibe últimamente un interesante debate que se va intensificando y parece dirigir a una posible división. En el seno de este movimiento, encontramos un grupo de fieles que defiende la importancia de activar en esta la práctica vital del seguimiento espiritual. Se trata del ala vinculada a las prácticas místicas del sufismo islámico más que aquella que se inclinan por el activismo islamista contemporáneo. La presencia de un Šayj religioso que se ocupe de los asuntos espirituales es fundamental en la buena marcha religiosa del colectivo de adeptos. Este enfoque se opondría al concepto de seguimiento espiritual colectivo inventado por el Consejo de Orientación (la cúpula dirigente) a raíz de la muerte del Šayj Yāsīn.[9] Esta innovación implica que los dones divinos del jeque fundador se trasladaron al colectivo de sus seguidores y no a una persona concreta. Como se exponía anteriormente, estamos ante una inteligente estrategia teológica para modernizar hasta cierto punto el liderazgo religioso.
Esta cuestión ha tenido un gran impacto en la militancia de la ŷamāʽa, generando una tensa polémica doctrinal en lo relacionada con la parte esotérica del movimiento, propias de las prácticas del sufismo marroquí. Un debate cargado de profecías en la literatura sufí medieval respecto a la figura del Šayj Yāsīn, otorgándole un grado de santidad religiosa más allá de lo habitual para un Šayj de cofradía.
Es evidente que la ŷamāʽa Justicia y Caridad está en proceso de metamorfosis interna. La división en sus estructuras ha salido por primera vez a la luz pública a través de las redes y la Social Media. Nuestra hipótesis de partida para explicar esta crisis del movimiento islamista consiste en reflexionar en torno a la evolución política de la última década en la región. El fracaso de los Hermanos Musulmanes en recuperar el poder en Egipto tras 2013 ha demostrado que la revolución islámica (al-Qawma), al estilo iraní, como fue predicada en los textos del Šayj Yāsīn no es una opción viable. Las sociedades árabes guardan un enorme grado de diversidad cultural interna lo cual hace imposible realizar una revolución basándose únicamente en la religión como ideología de combate. El cambio sociopolítico en estos países es una cuestión de la sociedad en su conjunto y supera las posibilidades de cualquiera comunidad religiosa por muy numerosa que sea. Por tanto, la ŷamāʽa se encuentra prácticamente en una fase de paralización política desde 2011 tras su retirada repentina del 20F. Por un lado, está lejos de tener capacidad de movilizar a la sociedad y, por otro, está aislada en la escena política por carecer de aliados tanto en la oposición izquierdista, por sus posturas fundamentalistas, como en el teatro político oficial, por su posición respecto a la monarquía. Por lo cual, es habitual en los movimientos de esta índole, que la situación indicada conduzca a la orden al regreso a sus bases de inicio como cofradía religiosa dedicada a la salvación espiritual individual o sectaria. Una especie de refugio religioso para la militancia lo que explicaría el fuerte resurgimiento del mito del Šayj, hombre de elección divina y dones sobrenaturales.
En todo caso, según la experiencia histórica, la fragmentación de las instituciones sociales, ya sean tribus, cofradías, partidos políticos etc., es una característica de la sociedad marroquí. Resulta difícil que JyC sea una excepción en este sentido. En la actualidad, la ŷamāʽa está pasando por una etapa crucial en su historia. Evitar la división, que condenaría a la orden a perder su peso político y social, exige elegir entre dos opciones: mantener las estructuras de una cofradía alejándose más de la sociedad, encerrándose en su imaginario religioso poco racional o dar el paso hacia adelante para convertirse en un partido político de carácter conservador, pero formando parte de la sociedad civil a través de un acercamiento a los valores democráticos y humanos en sus nociones universales.
- Articulo elaborado por Said El Ghazi El Imlahi (director de Nuestra Orillas) y Mustapha El Hasnaoui (periodista e investigador independiente. Experto en islamismo, terrorismo y extremismo. Activista mediático en el debate interreligioso en el Mundo Árabe. Hasta el momento, en estas líneas de investigación este autor Publicó tres libros y numerosos artículos en diferentes medios de comunicación y foros de investigación científica).
[1] La educación sufí islámica predica la obediencia absoluta, como es el caso del Talqīn del jeque Abū Yazīd al-Busṭāmī, autor de la siguiente frase como máxima general de la enseñanza sufí: “Quien no tiene dueño (jeque), tiene como imán al demonio”. El Ghazi El Imlahi, Said. “La política religiosa del Protectorado español en el Norte de Marruecos”. Tesis. Universidad de Granada. 2020. p:274.
[2] Según la literatura de la ŷamāʽa, el pacifismo es una base ideológica en el pensamiento social y político del Ṧayj Yāsīn. En este sentido véase, Yāsīn, ʽAbd Salām. Al-Minhāŷ al-Nabawī. El Cairo: Empresa Árabe de Ediciones y Publicaciones. 1 ed. 1989. p: 314 (libro principal de este movimiento).
[3] Respecto al califato como proyecto político, no es una aportación novedosa del Šayj Yāsīn en la esfera sociopolítica marroquí. En 1942 dos de los más prestigiosos ulemas de la primera mitad del siglo XX en este país fundaron un partido político llamado Califato. Se trata de los ulemas: Muḥammud b. Muntaṣir al-Kattānī y ̕Aḥmad b. Ṣdīq al-Gmārī (Entr. Mohamed Abdelouhab Rafiki). Sobre las posturas del ḥizb al-Taḥrir véase la Página web.
[4] Tenemos una abundante literatura política producida por los ideólogos de la ŷamāʽa en la cual exponen los fundamentos del Estado del Corán como fueron elaborados por el Ṧayj Yāsīn. Un proyecto que sigue estando marcado por un fundamentalismo crónico, a pesar de los ideales republicanos (democráticos) en contra del sistema de gobierno hereditario y la posición hacia conceptos modernos como la justicia social y el estado de bienestar por los que abogan los dirigentes islamistas de JyC. El tajante rechazo por su parte a la laicidad como principio clave en la democracia es el obstáculo más importante de la evolución modernista de la orden. Negar la libertad de creencia, los derechos individuales y la diversidad identitaria y cultural de la sociedad, sin duda alguna, no favorecería ningún cambio político en el país. Por esta razón, se ignoran en gran medida las frecuentes convocatorias de la ŷamāʽa dirigidas a la sociedad civil marroquí (sobre todo a la oposición política no parlamentaria) para que se establezca un convenio colectivo “nacional” como base de la lucha contra el sistema autoritario estatal. Véase, El Asri, Khalid. “el Estado del Corán en el fiqh político del Ṧayj Yāsīn”. La madraza del imán ʽAbd Salām Yāsīn (Página Web).
[5] Los libros del Ṧayj Yāsīn donde exponía su proyecto religioso-político son numerosos. Los más importantes son: al-Minhāŷ al-Nabawī (El método profético), al-ʽAdl (La justicia), al-Šūrā wa al-Dimūqrāṭiya (La Shura y la democracia), Riŷāl al-Qawma wa al-̕Iṣlāḥ (Hombres de revolución y reforma), al-̕Islām wa al-Ḥadāṯa (El Islam y la modernidad), al-̕ Islām bayna al-Daʽawa wa al-Dawla (el islam entre el llamamiento religioso y el Estado), etc.
[6] En este sentido, el Ṧayj Yāsīn tuvo mucho coraje al enviar a Hassan II en 1974, en plena etapa de agitación política conocida como años de plomo, una crítica carta a su mandato desde el punto de vista religioso islámico titulada al-̕ Islām aw al-Ṭūfān (el islam o el diluvio), circunstancia que costó al jeque marroquí dos años encerrado en un hospital psiquiátrico y después diez años de arresto domiciliario. Tras el reinado del monarca Muḥammad VI, Yāsīn no tiró la toalla y siguió adelante con su labor de fuerte crítica religiosa al soberano marroquí enviándole esta vez otra carta bajo el lema: Risāla ilā man yahumuhu al-̕ amr (Mensaje para a quien se preocupa).
[7] Estas interpretaciones fueron declaradas por el dirigente islamista Hassan Benajah para contrarrestar las fuertes críticas tras emitir un video en el canal digital de JyC al-Šāhid, en el cual el secretario general Muḥammad al-ʽAbādī pronunciaba un discurso abogando por el califato como precepto religioso de carácter obligatorio. CNN árabe. 7 de abril de 2016.
[8] Incluso a menudo los dirigentes de JyC relacionaron el califato islámico soñado con la situación de los países europeos o los Estados Unidos de América. Una especie de comunidad política moderna que uniría a los países de mayoría musulmana. En este sentido la pregunta clave sería: ¿es razonable pensar hoy en día que la religión pueda ser una base de alianza política internacional? Véase, Hespress. 27 de abril de 2011.
[9] Véase, Fī al-Ḥāŷa ilā Ṣuḥbati Raŷul. “La necesidad de acompañar un hombre”. Muḥammad al-ʽArbī Abu al-Ḥazm. Página web.
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