Francia, sin lugar a dudas, fue pionera en el colonialismo cultural islámico, cuyo impulso inicial había comenzado con la expedición de Napoleón a Egipto. A través de sus orientalistas, sociólogos y antropólogos, este país disponía del conocimiento necesario para gestionar los asuntos islámicos de sus propiedades coloniales. La Mezquita de París era un proyecto de grandes dimensiones políticas y propagandísticas cuyas implicaciones son desconocidas por la mayoría de creyentes musulmanes que acuden a este lugar de culto para rezar en paz. En estas páginas arrojamos luz sobre la historia de esta mezquita que une a la comunidad magrebí con su metrópoli colonial hasta el día de hoy.
La mezquita era un centro religioso islámico proyectado desde 1905 dentro de las esferas colonialistas francesas como el símbolo más visible del califato Magrebí tutelado por Francia, frente al decadente califato Otomano aliado de los alemanes y a las emergentes monarquías árabes de índole religiosa en Oriente Medio, donde los británicos diseñaban también una arquitectura política-religiosa que respondía a sus intereses coloniales.[1]
La estrategia francesa quedó plasmada simbólicamente mediante la imagen, reproducida en la prensa, de la grandiosa entrada del sultán marroquí Mūlāy Yūssuf a la mezquita parisina el 16 de julio de 1926. En esta inauguración religiosa, la presencia de la guardia negra marroquí y el acto de sumisión de los notables musulmanes ante el sultán fueron los puntos de partida de la política colonial francesa, que apoyaría decididamente las pretensiones de su sultán de ser el “comendador de los creyentes”, así como su primacía sobre todas las autoridades musulmanas de la región magrebí. Con la posterior visita del bey de Túnez, también a la Mezquita de París, la diplomacia árabe de la República francesa especificó el reglamento protocolario: el mismo día que llegaba el bey, se iba el sultán.[2] Los caminos de ambos se cruzaban en la ciudad mediterránea de Marsella, puerta marítima de la metrópoli hacia su califato magrebí, cuya legitimidad, basada en la condición jerife del sultanato marroquí, cuya legitimidad, estatus exclusivo de este.[3]
En este sentido, la mezquita de París escenificó en la práctica la alianza política permanente entre Francia y la dinastía alauí. La visita de los sultanes marroquíes a este edificio religioso se convirtió en las siguientes décadas en una costumbre habitual en la proyección mundial de “Francia como nación musulmana”, según las palabras del antropólogo español González Alcantud.[4] La corroboración de este planeamiento se fundamenta principalmente en el contenido cultural del arte colonial. La arquitectura hispano-árabe, utilizada frecuentemente en la construcción de edificios coloniales franceses en el norte de África y muy particularmente en la mezquita de París, representaba la ideología de Estado con la que el general Lyautey quería dotar al sultanato jerife de Marruecos: combinar tradicionalismo y modernidad era el esquema fundamental del Majzen colonial marroquí. El catolicismo francés no estaba ausente en este contexto de política islámica colonial. Los sectores más reaccionarios, que giraban alrededor del Instituto Católico de París, ubicado en las inmediaciones de la Iglesia de Saint Sulpice, maniobraron en la sombra o abiertamente para obstaculizar el proyecto de la mezquita. Esta oposición llegó a bloquear los fondos recaudados para la mezquita, depositados en el Banco del Estado en Marruecos. Mientras se resolvía el asunto, la mezquita fue inicialmente levantada con dinero prestado por el bajá de Marrakech, Thami Glaoui.[5]
El verdadero impulsor de la mezquita desde el lado magrebí, fue Sidi Kadour ben Ghabrit, (1886-1954). Aristócrata de origen argelino, fue traductor en Tánger llegando a las esferas más altas del sultanato marroquí, en la cual fue nombrado jefe de protocolo del sultán. Ben Ghabret, fue a la vez persona de confianza de los franceses y una personalidad admirada por la burguesía aristócrata de Fez por sus capacidades intelectuales y gran sagacidad política. Cualidades que le permitían enfrentarse a los católicos islamófobos que tramaban obstaculizar el proyecto de la mezquita. El problema del bloqueo de los fondos acabó con el apercibimiento de algunos altos funcionarios coloniales culpables de la trama, demostrando nítidamente que los intereses estratégicos de la República francesa superaban cualquier sensibilidad religiosa en el seno de su administración colonial.
Ghabret, este fiel servidor al colonialismo francés, ha salvado cientos de judíos del holocausto nazi a través de falsificar a su favor en la mezquita de París documentación que acredítenles una fe musulmana. Maniobra que facilitaba la huida de estos a las colonias. La historia colonial fue una verdadera intersección en la que convergieron política, religión y cultura. Una historia común que todavía hoy puede ofrecernos puntos de encuentro y enseñanzas para gestionar las nuevas realidades a las que nos enfrentamos. Por lo que su estudio se plantea como una tarea fundamental para el progreso de la civilización humana.
[1] Véase el papel ingles en el levantamiento árabe liderado por el jerife de la Meca contra el califato Otomano en 1916, y el complejo juego político-religioso de los británicos en la fundación de las monarquías hachemíes de los hijos del jerife de la Meca Ḥussayn ibn ʽAlī en Irak y Jordania, en la segunda década del siglo XX; también el surgimiento del dominio wahabí saudí en Arabia. Véase, Rogan, Eugene. La Caída de los otomanos, la Gran Guerra en el Oriente Próximo. Barcelona: Crítica. 2015. pp. 447-500.
[2] González Alcantud, José Antonio. “La gran Mezquita de París. Un proyecto político de arquitectura mauresque en la Francia de las exposiciones universales y coloniales”. AWRAQ.2015. p: 115.
[3] En 1926, la fecha de la inauguración de la Mezquita, la única familia de origen jerife que podía competir religiosamente con los alauíes de Marruecos eran los hachemíes. Estos últimos, de poder inestable, perdieron la Meca como ciudad natal. Ninguno de los demás soberanos musulmanes gozaba de un abolengo religioso similar, incluso la familia saudí de Arabia que ocupó las ciudades santas en 1924; el rey de Egipto y el Bey de Túnez ni siquiera eran de origen árabe. Véase Rogan, Eugene. La Caída de los otomanos, la Gran Guerra en el Oriente Próximo. Op. Cit. pp. 633-645.
[4] González Alcantud, José Antonio. “La gran Mezquita de París. Un proyecto político de arquitectura mauresque en la Francia de las exposiciones universales y coloniales”. Op. Cit. p: 117.
[5] Ibíd. p: 108.
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