Como reconoció el expresidente americano Obama, el peor error de su mandato como presidente de Estados Unidos fue no preparase para la etapa post-Gadafi en Libia. Prácticamente desde 2014, el Estado Libio se encuentra en una coyuntura política de fragmentación total, un Estado fallido sin instituciones.[1] La ciudad estratégica de Sabha es la capital de la región de Fezán y está ubicada al suroeste de Libia en el cruce de las rutas comerciales del Sahel y el Sahara que, a pesar de su difícil clima desértico, no carece de riquezas naturales. Esta región destaca por una histórica tradición agrícola por sus recursos importantes de agua subterránea. Además de su riqueza en gas y petróleo con una capacidad de producción de 400.000 barriles al día, desde 2013 se suman los descubrimientos de oro en las llanuras rocosas de la frontera con Chad.
Se trata de un valioso territorio con economía sumergida ilegal que escapa al control gubernamental. Fezán se transformó, como consecuencia de la guerra civil libia (2014-2020), en el principal camino de la emigración ilegal hacia Europa; según las fuentes árabes, solamente en el año 2016 pasaron por la región 160.000 inmigrantes. La ausencia de una autoridad estatal hizo prosperar el contrabando de personas, armas y drogas. En 2015 las milicias locales libraron guerras interminables para dominar las dos ciudades de entrada al sur de Libia: Brak y Al Jafrah. El gobierno del Acuerdo Nacional en Trípoli, reconocido por la ONU, no dispone de mucha influencia política en la zona. Por el contrario, su adversario político y militar, el Ejercito Nacional liderado por el general Jalifa Haftar, ejerce una fuerte influencia en este territorio, aunque esta se ve limitada por el poder de las tribus y las milicias locales.[2]
Las autoridades argelinas cerraron la frontera con Libia en 2014 y, de modo parcial, las líneas fronterizas están carradas también con Chad (2017). En Níger la situación es distinta, las fronteras de este país son de acceso libre hacia Libia, incluso hay dos rutas de especial fama en el mundo del crimen organizado: la ruta denominada “Salvador”, un camino entre Níger, Libia y Argelia, es la más indicada para el tráfico de armas y drogas, mientras las rutas del diestro en Níger entre las ciudades de Acadiz y Madama, son de especial importancia para el tráfico de personas con la colaboración de la policía local y la capacidad militar de las mafias tribales que supera en armamento y guerreros al ejército gubernamental.[3]
Fezán es una región arabizada mayoritariamente, el liderazgo social está en manos de tribus árabes fuertes como Beni Soulayman y los Gadadfa, esta última cabila natal del difunto dictador de Libia Muamar El Gadafi. En la zona cobran valor el prestigio social y el poder económico de algunas familias de origen árabe jerife por motivos religiosos principalmente. Además, la presencia de las etnias Tubu y Tuareg es la particularidad demográfica-cultural de la zona, aunque no todos son nacionales libios; numerosos grupos tribal-étnicos fueron empleados en las fuerzas del Gadafi sin poseer nacionalidad libia ni formar parte del tejido social autóctono de la región. Un fenómeno propio de la historia reciente del país que incrementa aún más la fragmentación sociopolítica de la sociedad.[4]
El tráfico de personas produce en la región grandes beneficios económicos que alcanzan anualmente 1500 millones de dólares, de modo que hace muy difícil encontrar una alternativa económica sostenible a largo plazo. La capital de la región Sabha es el cruce de todas las rutas del comercio contrabandista. Cada una dominada por una de las tribus de la región: los Tubu controlan el extremo sur de Libia, desde la frontera de Níger hasta la ciudad de Sabha, mientras las rutas procedentes de la frontera argelina hasta Sabha, forman parte del poder tradicional de los Tuareg; en el norte de Fezán hasta la costa mediterránea otras tribus libias monopolizan el comercio en estas rutas, la más poderosa de estas es la tribu de Maqraha.
Estamos hablando de una actividad rentable y de fácil acceso para los jóvenes de la zona. Un joven conductor podría ganar hasta 192 dólares por un viaje de migrantes ilegales o incluso, con una pequeña inversión de 10.000 dólares para adquirir un vehículo, podría llegar a ganar hasta 3750 dólares a cada viaje. Numerosos jóvenes dejan de estudiar para dedicarse a este mercado tan prospero económicamente que, por añadidura, es un modo de vida que otorga a las tribus una cierta independencia económica y política frente al poder gubernamental ya sea de Trípoli o de sus rivales.
El contrabando de combustible es otra fuente rentable de ingresos en la zona. Puesto que el precio oficial de un litro de combustible en Libia es 0,12 dólar, pero el coste real que pagan los contrabandistas para comprar esta materia estratégica en el mercado negro no supera el 0,02 dólar; pasando la frontera sur de Libia el precio aumenta a un dólar. Una diferencia de precio que incrementa el contrabando y las ventas ilegales de combustible. Basta saber en este sentido que la quinta parte de estas ventas pasan por las fronteras de la región de Fezán. Las tribus manejan beneficios anuales de 2000 millones de dólares gracias al control de las rutas antes mencionadas y empleadas en todo tipo de comercio ilícito.
Por otro lado, la extracción de oro está en manos de los artesanos locales sin ninguna inspección gubernamental; es difícil determinar las colonias de excavación, pero según los medios árabes, la ciudad llamada Marzouk cercana a las llanuras rocosas de la frontera con Chad, es el centro primordial de esta actividad de economía sumergida. Se estima que el 70% de la población local de este poblado se dedica directa o indirectamente a esta actividad que produce15 kg de oro al día con un valor mercantil a nivel local de 400.000 dólares. Las tribus Tubu son quienes acaparan la extracción de oro en el sur de Libia. Estas tribus se ven favorecidas por una serie de características. En primer lugar, por el estilo de vida propio de este desierto que poseen, junto con la capacidad extraordinaria de trasladarse de un lugar a otro a través del Sahara. En segundo lugar, por no tener competencia. Por ejemplo, los Tuareg a pesar de compartir con estos la misma habilidad con respecto al entorno, nunca se dedican a este oficio sin el visto bueno de los Tubu como socios o protectores. Estos consolidaron su empresa mediante la contratación de mano de obra profesional y barata procedente de Sudán. [5]
En todo caso, si no hay una resolución internacional al problema libio, las guerras tribales interminables no acabarán como está ocurriendo en Siria. El país se convertiría, sin lugar a dudas, a un Estado fallido durante mucho tiempo al estilo de Somalia, como advirtió el propio presidente argelino (julio de 2020).
No obstante, más allá del caos surgido en estas tierras, en la región de Fezán, la catástrofe está a punto de suceder, el espíritu independentista de la tribu Tubu, amenaza por cambiar bruscamente el mapa político del Sahel y el Sahara. Los Tubu son 50 facciones tribales de identidad árabe-africana, se extienden en un territorio de un millón y medio de kilómetros entre Libia, Chad, Níger, República Centroafricana y Sudán. En las últimas décadas estas tribus han experimentado una explotación demográfica que los ha llevado a alcanzar una población de medio millón de habitantes. Además, han sabido construir una red de influencias económicas y políticas en todos los países de su extensión aprovechando el frágil control fronterizo estatal en la región.
Los Tubu atacaron las ciudades del sur de Libia con el objetivo de apropiarse de las instituciones del Estado libio como bases militares, infraestructuras gubernamentales y los pozos de petróleo. Se sienten fuertes por el control territorial que disponen en el sur de Libia y el norte de Chad y reforzados por manejar importantes fondos obtenidos a partir del tráfico de drogas, armas y personas, lo cual amenaza con la fundación de un Estado tribal Tubu. Un escenario muy peligroso en todos los sentidos, pues sus repercusiones negativas alcanzarían la región del Sahel, el Magreb y hasta la cuenca mediterránea.
La región de Fezán situada en la profundidad del desierto africano actualmente constituye la nueva frontera de la Unión europea. Recuperar la estabilidad política y la vida económica ordinaria de esta región es una cuestión de seguridad nacional para los países de la costa sur europea. Sin embargo, estos países supuestamente aliados, intervinieron en Libia de la peor manera posible. Iniciaron una pugna internacional motivada por beneficios económicos y políticos. Una rivalidad estratégica nada ética desde el punto de vista democrático como si se tratase de la época colonial, incluso entre países miembros de la Unión Europea como Francia e Italia. Turquía, el único país de mayoría musulmana miembro de OTAN, estuvo a punto de enfrentarse bélicamente contra la flota francesa en la costa libia. Una actitud lamentable por parte de la comunidad internacional que, a pesar de sus llamamientos a la paz y los derechos humanos, sus motivaciones casi siempre han sido sus propios intereses económicos y sus beneficios estratégicos. El estado actual de Libia termina demostrando que la paz y los derechos humanos no se relativizan en ningún sitio; no respetar los valores humanos en el lugar más remoto del mundo, tarde o temprano acabará convirtiéndose en una lacra para toda la humanidad, por lo que Europa debe tomar nota.
[1] France 24.
[2] Medios egipcios. 2018-2021.
[3] Crisis group. 2017.
[4] Saraj Daniel. Grupo Internacional de Crisis. 2011.
[5] Crisis group. 2017.
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