El salafismo es un fenómeno muy complejo dentro del marco general de la estructura social marroquí por ser un elemento polémico tanto en la política como en la cultura. En un país como Marruecos, donde las principales batallas políticas se transforman en enfrentamientos de carácter religioso, el salifismo marroquí se configura como una ideología de combate instrumentalizada por diferentes actores políticos, incluyendo el Majzen, institución que encarna el poder político del Estado. Los salafistas interpelan a la sociedad a través de un proyecto de cambio fundamentalista basándose en una hermenéutica coránica simplificada de carácter medieval, que encaja perfectamente con el imaginario popular de amplios sectores sociales donde domina la santidad de las tres primeras generaciones de la historia del islam como depositarios de la herencia profética. La purificación religiosa – retorno al islam como fue entendido por los salaf, rechazando la bid‛a (innovación) de los tiempos posteriores– y la identidad islámica frente a las amenazas de la occidentalización y globalización, son los principales factores que se debe tener en cuenta a la hora de analizar las dimensiones sociopolíticos del fenómeno salafí, especialmente en un contexto político autoritario en el que tanto las cuestiones morales (corrupción, pobreza) como las socioculturales (analfabetismo) tienen una importancia crucial y un peso político enorme.[1] Desde esta perspectiva es posible analizar las dimensiones del salafismo en Marruecos como factor cultural influyente en la cultura contemporánea del país y fenómeno socio-religioso que abarca a diferentes actores políticos y grupos sociales.
La religiosidad marroquí demuestra desde tiempos remotos una amplia pluralidad en creencias y prácticas espirituales integradas en un sistema de sincretismo religioso dominante entre la ortodoxia musulmana de los ulemas, por un lado, y el sufismo de las cofradías por otro. En este panorama socio-religioso, el salafismo rompe bruscamente la cohesión de la práctica religiosa en Marruecos a través de un llamamiento a la purificación religiosa y mostrando una conducta hostil o por lo menos crítica hacia el resto de doctrinas islámicas, incluyendo al malikismo, escuela oficial del fiqh islámico en el país.[2] Sin embargo, esta tendencia tuvo un papel fundamental en la evolución de la política doméstica marroquí. La utilización del salafismo como herramienta política para limitar la influencia social de los actores religiosos, como las cofradías y los ulemas malikíes, tuvo su origen con el sultán Muḥammad b. ‛Abd allāh b. ’Ismā‛il (m.1790), durante su lucha contra la cofradía Dalā’iyya. Sin dejar de ser maliki, introdujo reformas religiosas de carácter salafí, estableciendo la influencia de la escuela ḥanbalī (la base jurídica del salafismo) en las instituciones jurídicas y educativas del país, prohibiendo las lecturas de teología islámica (‛ilm al-kalām), y otorgando relevancia a las obras marcadas por un salafismo rígido dentro de la escuela malikí como la Risāla de Ibn Abī Zayd al-Qayrawānī, y el Tahḏīb de al-Barāḏ‛ī, llegando incluso a vetar el Mujtaṣar de Jalīl b. Isḥāq, la principal enciclopedia del malikismo magrebí. En el reinado del sultán Mūlāy Sulaymān (m.1822) el uso del salafismo llegó a su auge político mediante un enfrentamiento abierto contra las cofradías bajo el lema de la purificación religiosa islámica y el rechazo de las innovaciones (bid‛a). A principios del siglo XX, destaca la influencia del ulema ‛Abd allāh b. Idrīs Snūsī, quien introdujo en el campo religioso marroquí los elementos doctrinales de la escuela del ḥadīṯ desarrollada en la India por el ulema Muḥammad Naḏīr al-Dahlawī. ‛Abd allāh b. Idrīs Snūsī fue protegido por el sultán ‛Abdel ’Aziz, incluso después de dejar el poder en 1908.
Sin embargo, durante la lucha de la independencia de Marruecos (1944-1956), el salafismo termina integrado en la ideológica nacionalista, constituyendo una ideología opuesta a la política religiosa colonial que empleaba las cofradías como instrumento de control social. Los ulemas marroquíes adaptaron en esta etapa una tendencia conocida como salafiyya waṭaniyya, una escuela de pensamiento nacionalista religioso, mucho más abierto e innovador que el salafismo wahabita actual, a pesar de coincidir en la idea de la purificación religiosa.[3] Ulemas como Abū Šu‛ayb al-Dukālī (m.1937) y Muḥammad al-‛arabī al-‛alawī (m.1964), fueron relevantes dentro de esta tendencia religiosa y sociopolítica, este último soñaba con ver Marruecos convertida en una sociedad islámica libre de la influencia anticuada de los turuq (cofradías) sufís, unificado bajo la homogeneidad de las creencias ortodoxas del islam salafí. No obstante, al-‛alawī demostró al mismo tiempo una gran apertura hacia el modernismo cultural, criticando textos del ḥadiṯ poco fiables, oponiéndose al velo de la mujer y permitiendo la economía bancaria en contra de todos los ulemas musulmanes de su época.[4]
Ahora bien, este desarrollo histórico del salafimso marroquí fue menguando con la introducción del salafismo wahabí en el país a partir de la década de los años 70. Esta corriente del salafismo pudo extenderse rápidamente catalizada por dos acontecimientos históricos principalmente: la revolución petrolera en los países del Golfo Pérsico y la Guerra Fría. Muḥammad Taqī al-Dīn al-hilālī (m. 1987), un brillante ulema musulmán, fue el principal responsable de Radio Berlín Árabe, en la época nazi en Alemania. Trabajaba de profesor en Arabía saudí antes de volver a Marruecos para llevar a cabo una fervorosa actividad salafí financiada generosamente por los saudíes, cuyas enseñanzas de fuerte rasgo fundamentalista servían en gran medida a la política religiosa de Hassan II, quien tuvo como principal objetivo en aquella época contrarrestar a la izquierda marroquí y la cultura revolucionaria del partido socialista (USFP). Los alumnos de este ulema lideraron en las siguientes décadas los grupos principales del salafimso en Marruecos, entre ellos se destacaron las dos figuras históricas del movimiento wahabita en este país: Muḥammad b. al-Ḥasan al-fizāzī (padre) en Fez y Muḥammad b. ‛Abd al-Raḥmān al-Magrāwī en Marrakech.[5]
A partir de los años 70, el Fizāzī fundó la mezquita Abī Bakr al-Ṣiddīq en Fez, convirtiéndola en un centro de predicación salafista en la cual participaron todos los jeques salafíes de la ciudad. La II Guerra del Golfo en 1991, fue una fecha crucial para comprender el mapa sociopolítico del salafismo actual, ya que la división producida en el seno de los movimientos islamistas por la intervención militar americana en la península arábiga generó dos tendencias opuestas entre sí: un salafismo tradicionalista con fuertes tendencias reaccionarias y sumiso por completo al poder político, liderado en Marruecos por el jeque al-Magrāwī, y otro de corte yihadista, rebelde y violento. Entre estas dos formas de religiosidad se produjo una nueva tendencia de salafismo que podríamos catalogar de activista a raíz de las primaveras árabes, es decir, una corriente salafí más activa en las esferas públicas a nivel social y mediático, llegando incluso a la participación política. La cara visible de este nuevo salafismo en Marruecos es el jeque Hammād al-Qabbāŷ. Este fue un alumno y fiel seguidor de al-Magrāwī. Sin embargo, la dependencia absoluta de este último a Arabia Saudí, que apoyó el derrocamiento militar del gobierno de los Hermanos Musulmanes en El Cairo (2013), condujo a la ruptura entre los dos jeques salafistas por profundas discrepancias respecto a este golpe de Estado y a la masacre de Rabaa que se produjo contra la militancia islamista, una de las más sangrientas de la historia contemporánea de Egipto.[6]
Desde entonces, el jeque Hammād al-Qabbāŷ ha adoptado una participación civil en las esferas publicas muy activa, fundando la asociación ‛Atā’ de caridad islámica, creando el Centro Tāšfīn de estudios contemporáneos, patrimonio y pensamiento creativo, llegando incluso a presentarse a las elecciones legislativas en las listas del PJD.[7] Por todo ello, se aprecia una evolución progresista en el comportamiento salafí en Marruecos, sobre todo, en este jeque, el Qabbāŷ, quien se ha convertido en una famosa figura del debate público tanto religioso como social y político. Independientemente del pensamiento fundamentalista de esta corriente religiosa, el desarrollo de las actitudes sociopolíticas de este grupo salafista debe verse con buenos ojos, puesto que supone una evolución positiva que podría favorecer el pluralismo social en Marruecos, y más si nos retrotraemos a los puntos de partida de este movimiento. Sin embargo, este optimismo debe ser moderado porque no sabemos a ciencia cierta la naturaleza de las intersecciones internas entre las ramas salafistas y el verdadero alcance propagandístico del yihadismo en la masa social del salafismo internacional.
[1] Macias Amoretti, Juan Antonio. “El islam político en Marruecos: la ética islámica como recurso de poder político”. El islam político en el Mediterráneo. Barcelona: Bellaterra. 2013.p: 319.
[2] El Ghazi El Imlahi, Said. “la política religiosa del Protectorado español en Norte de Marruecos”. Tesis. Universidad de Granada. 2020. pp.77-111.
[3] Macias Amoretti, Juan Antonio. Entre la Fe y la Razón: los caminos del pensamiento político en Marruecos. Jaén: Alcalá Grupo Editorial. 2008. pp.41-43.
[4] Véase, Belkbīr, ‛abd al-samad. Šayj al ’islām Muḥammad b. ‛arbī al-‛alawī: al-salafiyya al-waṭaniyya wa al-dīmūqrāṭiyya. Casablanca: Dār al-naŷaḥ al-ŷadīda. 2014.
[5] Rafiki, Mohamed Abdelouhab. Entr. Said El Ghazi El Imlahi. 2020. Casablanca.
[6] El Kattani, Hassan. Entr. Said El Ghazi El Imlahi. 2020. Rabat.
[7] Su candidatura fue rechazada por las autoridades municipales de Marrakech.
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