Los think tank árabes han identificado tres factores de cambio en Oriente Medio que afectan de modo directo la política exterior iraní: a) la retirada norteamericana de Oriente Medio y Asia Central debido a la necesidad estratégica de Estados Unidos de tomar posiciones en el mar de China Meridional; b) la presencia de Israel en el Golfo Pérsico como consecuencia de su normalización diplomática con varios países árabes – lo cual supone una amenaza de seguridad nacional desde el punto de vista iraní – ; y c) la llegada del conservador radical Ebrahim Raisi a la presidencia de la república islámica, un cargo diseñado en Irán para enviar mensajes políticos a las potencias mundiales y el entorno regional.[1]
Además de todo lo anterior, parce cada vez más claro que ha comenzado una nueva fase en la relación iraní-estadounidense. La nueva administración americana del presidente Biden estima que las posturas extremas de Trump contra Irán no van a dar resultado alguno y que ha sido un error retirarse del acuerdo nuclear alcanzado con Irán en 2015, ya que desde entonces el programa nuclear iraní no deja de avanzar. Los iraníes por su parte también están muy interesados de recuperar este acuerdo con la sociedad internacional con el fin de aliviar la presión económica que sufren los recursos de la república islámica, sin embargo, a pesar de la voluntad de las dos partes del conflicto en entenderse, las conversaciones diplomáticas siguen estancadas por falta de confianza.
Los iraníes pretenden conseguir esta vez garantías más sólidas respecto a la permanencia del acuerdo con los americanos, que son los responsables de anular el antiguo convenio de 2015. En cambio, los americanos quieren llegar a un acuerdo, si bien no sin condiciones, y solicitan negociar otros asuntos problemáticos de forma paralela a la cuestión nuclear. Dicha postura es rechazada de plano por la parte iraní, ya que la nueva dirección política conservadora en Irán no otorga a las conversaciones nucleares la misma prioridad que los reformistas de la tendencia del expresidente Hasán Rohaní. Esta antigua administración se esforzó muchísimo de cara a resolver el problema nuclear como principal reto de su política exterior.
Por consiguiente, los cambios estratégicos en la región están produciendo una gran contradicción entre los intereses políticos y los pilares ideológicos del régimen iraní: en Afganistán, por ejemplo, los iraníes están obligados a apoyar a la minoría chií Hazara contra los talibanes, lo cual afectaría a las conversaciones nucleares con Washington. Es difícil para Irán renunciar a un tema en favor del otro, tanto el acuerdo nuclear como sus redes de influencia regional chií, son ambos elementos de gran importancia para su seguridad nacional.
Por esta misma razón, los aliados árabes de Estados Unidos demuestran mucho interés en incluir las cuestiones del conflicto regional en cualquier acuerdo que se vaya a formalizar con Irán en el futuro. Esta condición es rechazada por parte de los conservadores en Teherán y los generales de la Guardia Revolucionaria, quienes han adquirido más poder en las estructuras de régimen, ya que desde 2015 están al cargo de la economía para evitar una posible inestabilidad social.[2]
El objetivo iraní es facilitar la retirada americana en Oriente Medio, sin debilitar las redes de influencia chií ni a las milicias aliadas de la República Islámica en la región. Asimismo, Irán está actuando con cautela para responder a las agresiones israelíes sin sobrepasar líneas rojas, ya que en caso de hacerlo, esta actitud podría abortar la retirada americana, dado que EE.UU. podría verse obligado a mantener su presencia para proteger al Estado hebreo, su principal aliado en Oriente Medio. Las contradicciones en la política exterior iraní actual son productos no solo de elementos estratégicos, sino que también tienen ideológicos: a Irán le interesa dialogar con sus vecinos árabes, pero sin la perspectiva de dejar atrás su tradicional postura revolucionaria hostil hacia Estados Unidos e Israel, a quienes considera potencias coloniales sin legitimidad alguna en tierras del islam. El anterior gobierno iraní presentaba en 2019 la iniciativa de Ormuz para la paz, sustentada en cuatro pilares: principio de no intervención, principio de no agresión, respetar la seguridad energética y la legalidad internacional. Sin embargo, la potencia militar iraní, sobre todo su programa de misiles y la presencia de tropas iraníes fuera de sus fronteras, rompe el equilibrio regional y convierte la protección americana en una cuestión vital para los países del Golfo.
La retirada americana de Afganistán y de Irak prevista para finales de este año 2021, además de la decisión de Biden de limitar el número de tropas y bases militares en Jordania y los países árabes del Golfo pérsico, son acontecimientos que afectarán enormemente al equilibrio geopolítico establecido en la región desde la Segunda Guerra del Golfo en 1991. Irán, como una potencia regional de primer orden pretende en esta etapa sacar el máximo beneficio estratégico de estos cambios, llegando a ciertos acuerdos con Turquía y Arabia Saudí, sin descartar incluso detener la ofensiva israelí contra sus bases nucleares, sin involucrarse en una guerra convencional que podría destrozar la región.
-
Establecer un nuevo equilibrio de defensa nacional
Tras el asesinato del científico nuclear iraní Mohsen Fajrizadeh en una compleja operación en territorio iraní y la ofensiva de Tel Aviv contra la base nuclear de Natanz, las autoridades supremas del régimen en Irán decidieron cambiar las normas del enfrentamiento con Israel. Los israelíes han realizado además casi 200 ataques aéreos contra tropas iraníes en Siria, lo cual amenaza a Irán con perder su reputación como país soberano capaz de protegerse.
Pese a todo, el Estado hebreo no logró sus objetivos políticos con estos ataques tanto militares como de inteligencia: a la vista está que el programa nuclear iraní está en marcha a pesar de todo y, el contrabando de armas hacia Líbano y la Franja de Gaza continúa produciéndose.
Así, la estrategia de Irán de bloquear al Estado hebreo a través de actores no estatales parece dar resultados. Gracias a la guerra de Siria, las milicias de Hizbulah dispone hoy en día de 130 mil misiles capaces de alcanzar todo el territorio israelí, además las tropas de élite de la Guardia Revolucionaria están presentes en Siria y Líbano. Sin embargo, para los conservadores que lograron el poder absoluto en Teherán, excluyendo a los reformistas en todas las instituciones de poder estatal,[3] esto no es suficiente. Según su visión, es importante establecer un nuevo equilibrio de disuasión ante Israel para proteger la prestigiosa imagen de la potencia regional del islam chií. El principal periódico fundamentalista iraní expresaba recientemente esta nueva doctrina de la política exterior con la premisa: Dignidad e intereses nacionales.[4]
Según los analistas árabes, la ofensiva iraní contra el boque comercial Mercer Street, es una operación que encarna la nueva estrategia iraní. Este ataque pretendió causar víctimas humanas entre la tripulación del barco israelí: generar bajas humanas afectaría al prestigio respecto a la capacidad de defensa del Estado hebreo y pondría en peligro sus intereses estratégicos en toda la región. Por otro lado, el empleo de un dron suicida se considera un indicio de que la pugna irano-israelí en aguas del Golfo Pérsico ha tomado una dirección peligrosa para la seguridad regional, habida cuenta del uso de tecnologías militares extremadamente destructivas. Los medios de comunicación árabes son conscientes de que Irán ha acumulado mucha experiencia en el juego de presiones contra Israel y las potencias occidentales en las últimas décadas, pero demuestran mucha preocupación por una posible llegada del armamento avanzado iraní a las manos de las milicias y actores no estatales aliados de Irán en la zona, sobre todo en el caso de Irak y Yemen.
A nivel económico, la política de sanciones extremas impuestas por la administración Trump causaron mucho daño a la economía iraní, pero la República Islámica ha sabido tomar medidas efectivas para sortear estas dificultades. La más destacable en este sentido ha consistido en construir una tubería de transporte de petróleo que permite exportar esta materia prima sin pasar por el estrecho de Ormuz: un conducto capaz de transportar más de un millón de barriles al día que se extiende desde Goreh, una pequeña localidad fronteriza con Irak y Kuwait hasta Bander-e Jask, en su frontera oriental y con salida al océano Índico. Esta línea de exportación otorga al régimen de los ayatolas más capacidad de maniobra militar en las aguas del Golfo y la posibilidad de escapar de las sanciones americanas, por lo tanto, se trata de una carta importante con la que negociar en Viena.
Las exportaciones petroleras iraníes están experimentando un incremento exponencial: 1,2 millones de barriles del petróleo persa llegan cada día a las fronteras de China. Los iraníes usan todas las técnicas posibles para evitar el control internacional: registrar el combustible con nombre de otros países o cambiar la bandera de los buques en Singapur o Malasia son sólo algunos ejemplos. Para comprender este aspecto se deben vincular las exportaciones petroleras con el presupuesto militar de la República Islámica, el presidente Rohaní presentó los presupuestos generales de 2021-2022 dando por sentada la rentabilidad de una exportación de petróleo determinada en 2,3 millones de barriles al día. Aumentar la venta de petróleo a China significaría mejorar la capacidad militar de Irán y la posibilidad de financiar una mayor presencia disuasoria de sus aliados en toda la región.
La intersección geoestratégica en Oriente Medio otorga a Irán posibilidades infinitas para salvarse de las sanciones y estabilizar su economía. A pesar de la rivalidad regional turco-iraní en Siria, los dos países han ido desarrollando un nivel avanzado de cooperación económica al margen de sus discrepancias políticas. Los informes estadísticos turcos revelan que Turquía importó de Irán una suma total de mercancías con valor de unos 1.200 millones de dólares durante la primera mitad de 2021. Esta cifra supone un incremento del 153% respecto al año anterior, siendo la mayor parte de este comercio gas natural iraní.[5] Asimismo, las relaciones económicas bilaterales entre Irán y Emiratos Árabes llegan a un nivel estratégico importante con un intercambio comercial de 15.000 millones de dólares, con la perspectiva de llegar a 20.000 millones a lo largo de este año 2021, y superar los 30.000 en 2025.
-
El desarrollo de la estrategia de defensa exterior
Es bien conocida la hostilidad iraní hacia Israel por medio de actores políticos-militares no estatales: Hizbulah en Líbano, Hamás y la Yihad Islámica en Palestina y, desde 2014, la Guardia Revolucionaria, la cual ha conformado una fuerte milicia en Siria formada por combatientes fanáticos chiíes de origen afgano (Hazara), compuesta fundamentalmente de refugiados afganos en Irán, donde han sido entrenados militar y doctrinalmente.[6] La estrategia iraní se basa en dotar a estos actores con misiles de corto y medio alcance, concentrándose en la cantidad más que en la calidad técnica de este armamento, ya que el objetivo últimos es desarrollar la capacidad de realizar un eventual ataque masivo de misiles contra Israel en caso de guerra, que llegaría a bloquear los sistemas de defensa aérea israelí (la conocida como Cúpula de Hierro). Una amenaza real contra el Estado hebreo, que carece de profundidad estratégica para una guerra regional de estas dimensiones contra Irán.
En este contexto estratégico están presentes actualmente dos nuevos factores de riesgo. En primer lugar, el empleo de drones de combate para fines de espionaje y ataques kamikazes contra blancos militares, un uso militar experimentado con éxito en Irak contra las tropas americanas y en la guerra de Yemen, cuando los hutíes atacaron bases estratégicas en Arabia Saudí. En segundo lugar, durante las últimas escaramuzas entre Hizbulah e Israel (5-6 de agosto de 2021), la milicia chií libanesa bombardeó al Estado hebreo durante tres días, a pesar de la situación catastrófica de Líbano y la presión interior y exterior para reformar el sistema sectario doctrinal que condujo el país al fracaso en todos los niveles económicos y políticos. El acontecimiento fue leído por los analistas árabes e israelíes como un mensaje directo a todo el mundo: Hizbulah no se someterá a ninguna presión popular interior ni de política exterior. El brazo más fuerte de los ayatolás en la región está dispuesto a atacar a Israel cuando Irán lo ordene.
Por consiguiente, Irán se siente fuerte y no esconde este sentimiento de superioridad. Como anécdota, resulta llamativo que durante las conversaciones internacionales de la cumbre de Bagdad el 28 de agosto de 2021, el ministro de Asuntos Exteriores iraní Hossein Amir Abdollahian ignorara la línea protocolaria que supone su cargo diplomático para posicionarse entre los jefes de Estado presentes en la toma de la foto oficial de la cumbre. Los medios hablan de un error de protocolo, pero los analistas interpretan el gesto como una demostración del poder iraní por parte de sus líderes. Era un mensaje demasiado obvio sobre la supremacía – real o imaginaria – de la República Islámica en la región ante la retirada americana de Oriente Medio.
Conclusiones
Los analistas árabes descartan la posibilidad de una guerra regional entre Irán e Israel por numerosos motivos miliares y políticos. Sin embargo, en los medios árabes y entre las élites políticas se percibe una enorme preocupación de que Irán pueda romper con el statu quo establecido en el Golfo Pérsico bajo la protección americana desde 1991, aprovechando de la retirada de las tropas de EE.UU. Por lo tanto, en caso de que el nuevo gobierno fundamentalista iraní mantenga su actitud rígida contra las reivindicaciones de la sociedad internacional, la administración americana estaría obligada a tomar medidas estratégicas para mantener el equilibrio político-militar en Oriente Medio. Los árabes no esconden su apoyo a dotar Israel con GBU-57 Massive Ordnance Penetrator, la conocida como “bomba de penetración de montañas”, un arma capaz de destrozar las bases nucleares iraníes construidas bajo tierra y en las profundidades montañosas del país. El objetivo de esta medida es demostrar a los ayatolás el precio que Irán estaría obligada a pagar en el caso de que llegara a la latencia nuclear (opción de Japón). Además, el acercamiento político entre algunos países árabes y el Estado de Israel afectaría a otras cuestiones no menos importantes que la cuestión iraní, aumentado el riesgo de inestabilidad en esta zona del planeta.
Así, la paulatina retirada de Estados Unidos de la región, junto a la emergencia de nuevas potencias como China, Rusia o la India, puede propiciar un cambio radical en los equilibrios políticos, militares y económicos de Oriente Medio. Unos cambios que se acelerarán en los próximos años y cuyas primeras señales ya estamos comenzando a vislumbrar.
[1] Hassan Ahmadin. Profesor iraní de ciencias políticas. Investigador en Centro Aljazeera de estudios estratégicos.
[2] Al-bayān.
https://www.albayan.co.uk/article2.aspx?id=5724
[3] Las instituciones soberanas de la República islámica: Consejo de Guardianes, Asamblea de descernimiento de la conveniencia del sistema y Asamblea consultiva islámica.
[4] Mahmmud El Bazi. Experto en asuntos iraníes. Centro Aljazeera de estudios estratégicos.
[5] Sadā.
https://carnegieendowment.org/sada/81332
[6] El apodo fatimí tiene una función impactante simbólica y propagandísticamente en la cultura islámica y el grado de adoctrinamiento de este grupo militar es homologo a los yihadistas de ISIS
Lo sentimos, no se encontraron registros. Ajusta tus criterios de búsqueda y vuelve a intentarlo.
Lo sentimos, no se ha podido cargar la API de Mapas.